Una institución tan grande como el Real Madrid no debería seguir siendo presidida por Florentino Pérez. La institución le supera. Y como no está a la altura, no hace otra cosa que restregar el blanco de su club por el lodo de sus propias acciones.
No es la primera vez que se ve una versión déspota de Florentino Pérez, pero ayer enseñó su ramalazo más autoritario, demostrando que una cosa son los valores del Madrid, de los que tanto le gusta hablar, y otra son los suyos, que dan bastante miedo.
Pérez amenazó una vez más a los periodistas. Les acusó de mentir y de organizar campañas contra su persona. Y añadió que no piensa seguir consintiéndolo. Culpó a los ultras y a no sé sabe quién de organizar la pitada del Bernabéu y, una vez más, dejó caer que al Barcelona se le trata mejor en las crisis que al Madrid.
Pero en el fondo, lo que esconde la actitud desafiante del presidente blanco es una sorprendente debilidad. O quizá que es consciente de que él es el principal responsable de la crisis que vive el Madrid. Y no tanto por el tema deportivo puntual, sino porque desde que es presidente el Barcelona le ha superado casi siempre, convirtiéndose en una referencia. Que el que pasa por ser el club más importante del mundo no tenga director deportivo lo dice todo de su figura. Florentino solo conoce la idea deportiva de la chequera, y la idea institucional de la dictadura. En cuanto a la chequera, de la que tanto alardea, ya hay quien cuestiona su gestión económica. Ahí está el caso Di María. ¿Por qué fue vendido? ¿Y cuál es la deuda real?
Y a nivel institucional, Pérez tiene tal déficit democrático en su quehacer al frente del club que resulta increíble su sola presencia en una entidad tan importante en pleno siglo XXI.