De cifras y letras

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

17 nov 2015 . Actualizado a las 19:00 h.

Números o, como les gusta decir a los deportistas, sensaciones... Las estadísticas anuncian un derbi de vocación ofensiva, de dos equipos con querencia por buscar la portería rival; un choque de trenes que parece presagiar una ida y vuelta tan espectacular para el aficionado como indeseable para los inquilinos del banquillo. Un par de conjuntos que rematan tanto como el que más y solo menos que los grandes. Eso sí, con desigual fortuna, puntería en este caso. Hasta ahí los números, ese disfraz que a veces sirve de coartada para ocultar una mala tarde o una derrota inesperada, pero que casi nunca las explica.

El fútbol ha descubierto la tecnología a última hora y exprime con desigual fortuna las estadísticas en busca de argumentos racionales para lo sucedido sobre el césped. A un paso de caer en el exceso o en el reduccionismo que supone transformar noventa minutos en 20 disparos, 30 pérdidas, 35 recuperaciones y 11 kilómetros recorridos; o resumir una actuación en ocho o diez cortes videográficos. El juego no puede explicarse en números; de igual forma que difícilmente las matemáticas se entenderán en verso.

Cualquier aficionado sabe discernir un partido aceptable de un choque aburrido, una cita apasionante de un duelo infumable... Basta con acudir a las sensaciones, al grado de satisfacción o al tamaño de la sonrisa que exhibe en su regreso a casa. Y un derbi, en Riazor o en Balaídos, es en sí mismo una representación apasionante, una cita en la que el acierto tiene más que ver con lo emotivo que con la estadística.

Reducir el juego a los fríos números es como valorar a Pau Gasol solo por sus puntos o sus rebotes y despreciar algo tan poco cuantificable como la capacidad de intimidación, el valor de lo que tiene enfrente, la capacidad de liderazgo o el deseo. El Dépor remata mucho y no demasiado bien; el Celta, más y un poco mejor. ¿Y el juego?