30 años de «adicción» al volei

DEPORTES

Conde ha desarrollado la totalidad de su carrera deportiva en el conjunto vigués
Conde ha desarrollado la totalidad de su carrera deportiva en el conjunto vigués XOAN CARLOS GIL

La colocadora viguesa Rosana Conde cumple tres decenios como jugadora del Xuvenil de Teis

08 oct 2015 . Actualizado a las 11:04 h.

Algunas de sus compañeras de equipo tienen exactamente la mitad de los años que ella lleva jugando al voleibol en el Xuvenil de Teis. Con esta son ya treinta las temporadas que la colocadora viguesa Rosana Conde -que empezó a los siete y ha cumplido 37- acumula ligada a un deporte que es parte fundamental de su vida y que se resiste a que deje de serlo.

«Todos los años, al principio de la pretemporada, me pongo dura y digo que cuenten conmigo para entrenar un día. Pero llega ese día y ya digo que me esperen los tres», cuenta divertida. Su primer recuerdo relacionado con el volei es tirar de su madre hasta el pabellón de Teis para ver qué deportes había. «Quería apuntarme a alguno. Me acuerdo del conserje diciéndome que había volei  lunes y miércoles y luego ya me vienen a la cabeza los primeros entrenamientos con mis minirodilleras, siendo una enana».

Después vino su periplo por todas y cada una de las categorías, hasta acumular veinte temporadas en el conjunto sénior. Le resulta imposible hacer un cálculo de los partidos que puede haber disputado. «¡Vaya pregunta! ¡Pon que un millón! (Risas). Ahora son ligas cortas, de nueve equipos, pero siendo cadete y juvenil ya jugaba una categoría más arriba. Eran dos partidos por fin de semana, te cambiabas la camiseta y a la pista», relata. A eso suma alrededor de 30 compromisos con la selección, uno de sus mayores orgullos.

Durante estos tres decenios sus lesiones no han pasado de algún esguince o contractura leve. Esto se traduce en que nunca ha estado parada más de una semana. Además, alguna de esas pequeñas bajas se desencadenaron fuera de la pista. «El año pasado me perdí el último partido por una caída tonta esquiando. Es casi un milagro, porque el volei es un deporte muy completo en el que te puedes lesionar en mil sitios en cualquier momento».

Lesiones aparte, el cansancio aparece mucho antes que en sus inicios, como es lógico. Ese aspecto es el único que le lastra. «No es que me esté llamando  vieja, pero tengo mis achaques y físicamente estoy algo más limitada. A eso se suman las responsabilidades, pero el entusiasmo es el mismo de siempre, me pongo a entrenar y en ganas no me supera nadie», cuenta satisfecha esta trabajadora de Citroën.

Aunque se considera una persona humilde -«es uno de los valores que se aprenden en el deporte»- admite que, como jugadora más veterana del vestuario y con la trayectoria que la avala, su papel no es el de una más.  «Rebe, que es la que coordina todo, me dice a veces que mi presencia es importante, como si les impusiera. Que lo que yo diga va a misa. A veces saludo a las pequeñas  y se me quedan mirando asombradas. Supongo que sí seré un referente», concede.

Esa autoridad la utiliza de vez en cuando, aunque sin abusar. «Me pongo de abuela cuando tengo que ponerme, para decir: '¡Eh! ¡A callar!'. Por lo demás intento mezclarme, amoldarme a ellas, incluso camuflarme en el medio y decir 'soy la pequeñita'», comenta emulando la voz de aquella niña que se inició en el volei allá por 1985. 

Entre sus momentos más especiales está el ascenso a División de Honor en la única temporada en la que el equipo militó en la élite. «Somos amateur y, aunque fichamos incluso a una americana, no pudimos mantenernos. No era para nosotras, pero aquella fase de ascenso fue muy especial». En lo individual, estar en el seis ideal de aquella competición es uno de sus grandes tesoros junto con las convocatorias de la selección. «Gracias al Xuvenil se fijaron en mí y estuve en un Europeo, algo inolvidable».

Una única espina

Rosana reconoce que le queda una pequeña espina por no haber salido «aunque fuera un año». Tuvo multitud de propuestas -«ni recuerdo de qué clubes, pero entre ellos estaba el Marichal, que entonces lo ganaba todo»-, pero su trabajo le impedía marcharse. «Me hubiera gustado eso de salir de casa, compartir piso con otras jugadoras, experimentar el volei en otro sitio y hasta cobrar por entrenar».

Al mismo tiempo, el no haberse marchado le ha permitido completar 30 años en el club de sus amores. «Puede pensarse que me estanqué, pero yo lo veo como que me acogieron de tal manera que ya no me fui nunca. ¡Algún día tendrán que hacerme un monumento!», bromea. El momento de irse tampoco ha llegado. «No me planteo esta como la última temporada. Esto para mí es como una adicción y hace tiempo que voy año a año, así que ya se verá». De momento, está lista para su trigésimo inicio de liga con el Xuvenil, el sábado a las 19.00 frente al Emevé.