Final de Wimbledon: El mágico Federer crepuscular ante la fiabilidad de Djokovic

Paulo Alonso Lois
P. ALONSO REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

STEFAN WERMUTH | Reuters

La exhibición en semifinales del suizo, a punto de cumplir los 34 años, iguala las apuestas ante el número uno mundial

11 jul 2015 . Actualizado a las 23:25 h.

Cuando Roger Federer se mueve sobre la pista central de Wimbledon, se oye como flota con pasos cortos sobre el césped. Se llega a escuchar el sonido de sus zapatillas contra el tepe, de tal devoción con la que se asiste a sus partidos. Con frecuencia, a la belleza de su tenis se une la efectividad de su propuesta. Así se escribió la historia del 2003 al 2007, hasta que aquella final entre sombras alargadas por el ocaso quebró su aura de invencibilidad en el 2008. Levantó más veces la copa, dejó partidos estelares, pero ya nada volvió a ser lo de antes en su jardín y, además, desde junio del 2012 no vuelve a sentirse el mejor en la catedral.

A punto de cumplir los 34 años, crece la sensación de que su tenis se evapora hacia el cielo por instantes y que, por tanto, asistir a uno de esos partidos redondos de máxima inspiración supone un último placer para cualquier auténtico aficionado al tenis. Ese doloroso y placentero pálpito regresó el viernes en su impecable exhibición ante Andy Murray. Y el recuerdo de esa faena aviva la posibilidad de que hoy celebre su octavo título en Londres frente a Novak Djokovic, campeón defensor, y racional favorito si solo se atendiese a su regularidad (Canal + Deportes, 15.00).

Pero esto es Wimbledon, donde Federer escribe la historia del tenis a golpe de récord. Quiere lograr el octavo título en Londres, con lo que superaría la marca de siete que comparte con Pete Sampras, y el decimoctavo grand slam, cuatro más que el estadounidense, el único que se acerca a sus registros.

Y en Wimbledon este año solo se dejó Federer cuatro bolas de break, un único servicio -ante el francés Gilles Simon- y un solitario set -ante el australiano Sam Groth-. Contra Murray, en ese duelo que ya forma parte de las videotecas, conectó 20 aces, ganando hasta el 84% de los puntos jugados con sus primeros servicios. Dictó el ritmo del partido, con 56 golpes ganadores y únicamente 11 errores no forzados. Por eso reconoció esa faena sin falsa modestia: «Fue uno de los mejores partidos en mi carrera».

Federer juega su décima final de Wimbledon con el recuerdo tenue de su derrota en cinco sets en la última, ante Djokovic. «No pienso realmente en el partido que jugamos el año pasado», despeja. El saque del suizo y el resto del serbio. El asalto de la red como frontera para ganar el título y el dominio del intercambio de fondo. El encuentro remite a un juego de contrastes. Tan diferentes uno y otro.

Djokovic, entrenando en la previa
Djokovic, entrenando en la previa STEFAN WERMUTH | Reuters

Seis años más joven, Djokovic también dibuja números de gigante. Persigue su tercer título en Wimbledon, tantos como su entrenador, Boris Becker, un icono asociado a la historia del torneo, y su noveno grand slam. El número uno mundial pretende enjugar en Londres la decepción de la derrota de la final de Roland Garros ante Stan Wawrinka.

Los precedentes, parejos, con 20 victorias del suizo y 19 del serbio. Y la reventa legal, por las nubes: la entrada que costó 248 dólares se vende a 15.500. «Da igual si es el octavo título o el primero, esto es Wimbledon», explica Federer. Y la sensación de asistir al maravilloso crepúsculo de un genio eleva la atención sobre el partido. Solo un finalista pisó la central con más edad que el suizo, cuando el australiano Ken Rosewall perdió la copa de 1974 a los 39 años. Silencio, por favor.