Este Real Madrid se apellida Laso

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Kai Försterling | EFE

El técnico consigue todos los títulos siendo fiel al baloncesto que prometió, «rápido y agresivo»

26 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El balance de Pablo Laso esta temporada al frente del Real Madrid es igualable, pero no superable porque el equipo blanco ha ganado los cuatro títulos que estaban en juego: Supercopa, Copa del Rey, Euroliga (tras veinte años de espera) y Liga Endesa. Y aun así no semeja ser el artífice de tan impecable hoja de servicios. Más bien parece que pasaba por allí, quizás porque no es un entrenador intervencionista, probablemente porque apuesta por poner puentes y no trampas al talento. Con más o menos reconocimientos, lo que sí ha conseguido desde ya, y sobre todo con el tiempo, es que se hable del Real Madrid de Pablo Laso.

Ese es su gran logro, amén de recuperar y multiplicar la presencia de aficionados en la grada en cada uno de los partidos de su equipo. Y lo ha alcanzado siendo fiel a la filosofía que anunció el día de su presentación, la que distingue históricamente el juego del Real Madrid: «Quiero un equipo rápido y agresivo». Hay entrenadores que nunca morirán de un ataque y los hay, como Laso, dispuestos a ganar o morir atacando. Sin olvidar la retaguardia.

Empezó con una decisión arriesgada, aunque hoy quizás no lo parezca, porque puso la batuta en manos de Sergio Rodríguez y de Sergio Llull. Entonces estaban muy lejos de ser la pareja de bases que ha gobernado el mejor año de la historia blanca. El tinerfeño venía de una depresión en su juego, después de un paso discreto por la NBA y una experiencia poco fructífera a las órdenes de Messina. Con el de Mahón había dudas respecto a si era un uno en el cuerpo de un dos o un base con la cabeza de un escolta. Y a ambos se les sumó Rudy Fernández, un alero cuyo baloncesto se ve perjudicado por sus ademanes.

Al ritmo de los Sergios

En cualquier caso, Laso tuvo muy claro que el Real Madrid tenía que correr al ritmo de los Sergios, rápido y con licencia para fallar. Y a partir de ahí fue construyendo un proyecto que no ha parado de sumar títulos y que esta temporada ha encontrado su máxima expresión.

El acierto en los fichajes ha sido determinante para que cuajase un modelo al que le faltaba la guinda europea. Nocioni aportó lo más difícil: carácter competitivo en las grandes citas. Maciulis y KC Rivers asumieron con naturalidad un rol de secundarios con la posibilidad de ser protagonistas puntualmente. Y con Gustavo Ayón volvió el juego interior, porque esta temporada el Real Madrid ha buscado más a sus pívots y no ha dependido tanto del perímetro, si bien en ese escenario es cuando más y mejor han tirado los lanzadores.

Pablo Laso armó un mecano en el que acabó prescindiendo de los cincos (Bourousis desapareció del reparto de minutos y Salah Mejri, casi). Recuperó a un Slaughter hiperactivo en defensa y diseñó un equipo con un arsenal ofensivo muy de agradecer por el público. Salvo Slaughter y Ayón, cualquiera puede hacer daño desde detrás de la línea de 6,75. Hay aleros capaces de postear y pívots con buena mano lejos del aro. Cualquiera puede entrar hasta la cocina. Todos corren y el equipo acaba por imponer un ritmo de juego y anotación que resulta difícil de seguir por los rivales.

Laso ha conseguido imprimir ese sello. Además, ha encontrado la difícil fórmula química que le permite encontrar minutos para todos. Y va acallando los decibelios de la corriente de quienes piensan que el Real Madrid vence a pesar del entrenador. Porque para ganar tanto como esta temporada la suerte ayuda pero no basta.