LeBron James: Cuando «el mejor del mundo» no es suficiente

M. Piñeiro LA VOZ / REDACCIÓN

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FREDERIC J. BROWN | Afp

La estrella de los Cavaliers roza el hito de proclamarse MVP de la final de la NBA pese a estar muy cerca de perderla

16 jun 2015 . Actualizado a las 02:35 h.

La afirmación que LeBron James espetó a la prensa estadounidense después de perder el quinto partido de la final de la NBA ante Golden State sólo pudo coger por sorpresa a quien no conozca demasiado al protagonista. «Me siento con confianza porque soy el mejor jugador del mundo», soltó sin ruborizarse la gran estrella de Cleveland Cavaliers tras quedarse a un partido de perder la serie por el título, el mismo LeBron que en los albores de su espectacular carrera tampoco se sonrojó al decir que su objetivo como baloncestista era «convertirse en un icono global», signifique eso lo que signifique. Razones para el halago propio o ajeno no le faltan a James, cuya exhibición en la eliminatoria ante los Warriors le acerca a un nuevo premio de MVP de la final (ya tiene dos). Poco importa el pequeño detalle de que su equipo está muy cerca de perderla.

LeBron James acabó el quinto partido sin fuerzas, una vez más, después de su segundo triple doble en la serie final ante los Warriors (40 puntos, 14 rebotes y 11 asistencias). Los promedios del prodigio de Akron ascienden a unos alienígenas 36.6 puntos, 12.4 rebotes y 8.8 asistencias. Pero la tremenda cantidad de minutos jugados por encuentro (algo más de 45) y el abultado volumen de tiros al que se ve forzado (32) le restan efectividad y frescura en el rush final de los partidos de una serie en la que cuatro de los episodios se decidieron casi sobre la bocina (dos prórrogas incluidas).

Los números de LeBron tienen pocos rivales en los libros de récords de la NBA. Su anotación en los tres primeros partidos le convirtió en el jugador con más puntos de la historia en ese intervalo de las finales. Acumula seis triples dobles en sus participaciones en una serie decisiva de la NBA, sólo por detrás de los ocho de Magic Johnson. Y ahora sus promedios y su peso gravitacional en los duelos ante los Warriors le convierten en legítimo aspirante a ser MVP de la final a pesar de que todo hace indicar que sus Cavaliers perderán la lucha por el anillo. 

Sólo una vez la NBA saludó como jugador más valioso de una final a un perdedor. Fue en 1969, cuando Jerry West anotó al menos 40 puntos en cuatro partidos ante los Celtics y aún así sus Lakers perdieron ante el equipo de Bill Russell. Ahora, LeBron James puede alcanzar ese estatus de leyenda 46 años después. La actuación dominante de LeBron adquiere un relieve casi heroico viendo el panorama de sus Cavaliers, un equipo montado alrededor de la gran estrella al que se le fueron cayendo todas las piezas que convertían al equipo de Cleveland en aspirante desde el minuto 1 de la temporada.

A James le acompañaban Kevin Love y Kyrie Irving en el arranque de la NBA. Los Cavaliers tardaron en funcionar, más o menos hasta el traspaso múltiple que hizo aterrizar en Cleveland a J. R. Smith, Mozgov y Shumpert, tres protagonistas principales del carísimo circo ambulante en que se han convertido los nefastos Knicks. Con eso y un grupo de veteranos curtidos en mil batallas pero con evidentes limitaciones físicas, el equipo dirigido por Blatt remontó el vuelo hasta convertirse en la principal amenaza de la Conferencia Este. Pero en los play offs fueron cayendo lesionados primero Love y después Irving. Esas bajas, unidas a la ya sufrida en el inicio de Liga de Anderson Varejão, limitó seriamente la rotación de Cleveland y obligó a James a jugar más minutos, a mayores obligaciones ofensivas y a ver explotado su portentosa capacidad atlética para defender múltiples posiciones ante el reto de la velocidad de los quintetos pequeños de Golden State. 

Kelley L Cox | Reuters

El resultado, como ya le sucediera en la final del año pasado ante San Antonio jugando con Miami, es que LeBron llega fundido a los últimos instantes. Demasiada responsabilidad y carga de trabajo incluso para el cuerpo más pletórico del baloncesto moderno, que encuentra su límite cuando la mayor profundidad de banquillo de los Warriors le obligan a rebotear como un pívot, pasar como un base y anotar como Michael Jordan en momentos clave.

El talento de James, a pesar de sus dos anillos de campeón, dos MVP de las finales, cuatro MVP de la Liga, 11 veces All Star y un largo etcétera en su currículum, tiene tantos hagiógrafos como haters; para unos es el jugador definitorio de esta generación e incluso discute cara a cara con los más grandes, para otros una decepción para toda la expectación creada desde su etapa en el instituto y un tipo poco fiable en momentos críticos. Su exhibición ante los Warriors, en cualquier caso, es suficiente para llevar al límite al mejor equipo del año, y quizás también para un hito histórico, el MVP en un equipo perdedor. Pequeño consuelo individual para el Rey LeBron.