Enrique Cerezo y la mala estrella

josé m. fernández REDACCION / LA VOZ

DEPORTES

benito ordoñez

La implicación en la compra del ático de Ignacio González, último escándalo de un presidente que mezcla fútbol, los negocios y la política

05 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha sido durante años la cara amable de una gestión bajo sospecha. Dicharachero y solícito con la prensa, acompaña sus comparecencia públicas de una agradable espontaneidad. Quizá por sus abundantes despistes o por su estudiada displicencia cuando habla de fútbol, Enrique Cerezo ha tenido mucha mejor prensa que sus compañeros de aventuras al frente del Atlético. Es y ha sido durante años el «poli bueno» de una sociedad anónima deportiva que ha llegado a adeudar a Hacienda 240 millones de euros y a cuya presidencia ha llegado (2003) después de haber sido considerado cooperador necesario de un delito de apropiación indebida, ya que quedó probado que los Gil se hicieron con las acciones del Atlético con una operación ficticia en la que no desembolsaron dinero alguno.

Activa trayectoria social

El simpático Enrique Cerezo, el productor de éxito que comenzó en el cine como meritorio en 1966, ha salido indemne tras una activa trayectoria social que le ha reportado jugosos beneficios, quizá por su don de gentes, por la empatía que genera a su alrededor. Hasta ahora, cuando su amistad con el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, le ha metido en un auténtico aprieto. Al parecer, González pudo haber percibido presuntamente, como pago de una comisión ilegal, un lujoso ático en Marbella que previamente habría sido comprado por un conocido testaferro, Rudy Valner, habitual colaborador de Cerezo.

Ni los cambalaches urbanísticos nunca bien explicados en la zona del Vicente Calderón, con la Peineta como fondo, ni los manejos para hacerse con el Atlético de Madrid. Pero la buena estrella -título de uno de sus éxitos cinematográficos- de Cerezo puede empezar a apagarse por su cultivada amistad con el presidente de la Comunidad de Madrid.

A través de Video Mercury, Cerezo posee los derechos de explotación de 6.000 filmes (unos 2.000 italianos, unos centenares estadounidenses, el resto españoles). Eso supone el 70 % de la historia del cine español, y una ingente labor de restauración de la memoria artística española. También, un catálogo con el que hace caja con cada deuvedé o emisión de Cine de barrio.

En los últimos doce años, su productora está detrás de al menos ochenta películas españolas, además de ser propietario de un gran número de salas de exhibición en España. El productor está detrás de muchas de las películas de José Luis Garci, Pilar Miró, Vicente Aranda, Pedro Costa...

La plataforma Salvemos Telemadrid advertía en el 2012 que el dinero público entregado en los últimos años desde esa televisión a Cerezo superaba ampliamente la deuda generada en el canal durante los mandatos de Esperanza Aguirre. Una de las empresas que gestiona la publicidad en Telemadrid es del presidente del Atlético, club que en el 2007 firmó un contrato por sus derechos televisivos de 230 millones de euros.

Amistad con Villar

Como cultivador de las relaciones personales, Cerezo ha mediado en el conflicto que su amigo Villar abrió con el CSD. Era su particular forma de agradecerle al presidente de la federación la concesión de préstamos por 11 millones de euros al Atlético a cuenta de los ingresos de las competiciones europeas; una financiación que, según el As, la auditoría no consideró correcta.

Polifacético e hiperactivo, Cerezo ha abierto las puertas de Madrid al multimillonario chino Wang Jianlin, propietario de Wanda, que acaba de invertir 45 millones de euros en el Atlético. El primer negocio del empresario oriental en españa ha sido la compra del emblemático edificio España, en la plaza madrileña del mismo nombre, además de numerosos locales de la zona. En el horizonte, un pelotazo urbanístico en antiguas instalaciones militares en la zona de Campamento (Madrid). Todo con la carta de presentación de Enrique Cerezo, un hombre de negocios capaz de desenvolverse con soltura en cualquier posición del campo.