El sentido común es amarillo

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

04 mar 2015 . Actualizado a las 10:04 h.

Junio del 97. Villarreal y Compos se juegan una plaza en Primera División a doble partido. Palop, portero del submarino amarillo, firma una eliminatoria excepcional. Villena, central azul y blanco, marró un penalti en El Madrigal. Son detalles que pudieron cambiar el signo del cruce y el sino de los contendientes. Empate sin goles en la ida, 1-1 en San Lázaro. Y ese día, de cara y cruz, unos cogieron vuelo, los otros fueron perdiendo altura.

Desde entonces el Villarreal viene demostrando que en el fútbol también hay cabida para la paciencia y el sentido común, que es posible mantener el rumbo sin dispendios y sin histerias. El equipo consiguió ser subcampeón de Liga, y se quedó a las puertas de una final de Champions, pero también regresó a Segunda División, y retornó a la élite. Ni se dejó cegar por el brillo de la gloria ni se dejó llevar por la depresión del descenso.

Por el camino, no dejó de crecer y fortalecerse, de mejorar sus infraestructuras, de tejer una cantera que cada vez alimenta más a la primera plantilla, de extender una red de ojeadores que sabe moverse en los caladeros de los jugadores emergentes.

Al Villarreal le falta un título que dé lustre a su proyecto, aunque verse en el partido de vuelta de una semifinal de Copa del Rey ante el potente Barcelona con el desafío de remontar un 3-1 adverso en su estadio, después de empatar en la Liga en el Santiago Bernabéu, es indicativo de que el modelo funciona.

El club y su afición se merecen una alegría de órdago a la grande, por más que el sentido común diga que derrocar a los grandes presupuestos del fútbol es como combatir la utopía con la lotería.