La estabilidad paciente del ingeniero chileno

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

24 feb 2015 . Actualizado a las 09:43 h.

Pellegrini ha conseguido títulos en todos las países en los que ha entrenado salvo en uno, España. Pero, con o sin entorchados, siempre ha dejado huella y nunca ha traicionado unos principios que él mismo resume en dos frases cortadas por el mismo patrón: «En mi cabeza no entra ganar por ganar, a cualquier precio»; «Me dejaría más frustrado renunciar a valores personales por alcanzar un fin que no ganar el título siendo coherente con la idea».

Esa manera de ser y de manejarse, su cabellera cana, los surcos que le agrietan el rostro, el porte impecable y el discurso monocorde lo envuelven en un aire tristón que lo hacen inconfundible. Ni siquiera varió el rictus al quedarse a las puertas de una final de Champions cuando Riquelme falló un penalti con el Villarreal que hubiese llevado la eliminatoria con el Arsenal a la prórroga, ni cuando estuvo a un paso de eliminar con el Málaga al mejor Borussia de Jürgen Klopp, el mismo que apeó al Real Madrid en la siguiente ronda. Solo Mourinho ha estado cerca de alterar esa estabilidad paciente, pero lo más que ha conseguido es sazonar un debate que el ingeniero chileno resolvió con otra de sus sentencias sin subir los decibelios: «No tengo ningún problema personal con él. Discrepo en la parte ética y estética de esta profesión».

Pero lo cierto es que, sin desafiar ni esa ética ni esa estética, en la Champions tiene una deuda detrás de una paradoja, porque le fue bien, realmente bien, con los modestos Villarreal y Málaga. Pero derrapó con el Real Madrid en octavos de final y tampoco ha conseguido superar esa ronda con el poderoso Manchester City.

El duelo de esta noche promete, toda vez que en el otro banquillo hay otro técnico fiel a un ideario, a una manera de entender el fútbol. Eso sí, Luis Enrique es menos cuidadoso con el lenguaje y le cuesta más controlar la pulsaciones, aunque en Barcelona se le ve algo más contenido que en Vigo. Se enfrentan dos métodos y dos estilos.