Perseverancia de Roger, inteligencia del capitán

Fernando Rey Tapias LA PIZARRA

DEPORTES

24 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Hito para Suiza al ganar su primera Copa Davis, pero la edición número 102 será recordada porque en la ensaladera figura ya como integrante del equipo vencedor Roger Federer, uno de los mejores jugadores que ha dado el tenis, el del mejor palmarés, y sin duda el jugador más completo y elegante que se recuerda.

Con récord de público en las gradas del estadio de Lille, Suiza superó no solo el ambiente hostil, sino también varios problemas de última hora que amenazaron sus ilusiones. Por un lado la lesión de espalda de Federer, que huérfano de sustitutos, dada la poca entidad del resto de integrantes del equipo, ponía la eliminatoria casi imposible en caso de baja. Por otra parte, el incidente entre Mirka, la mujer de Roger, y Wawrinka en el partido entre ambos la semana anterior en Londres hacía peligrar la relación entre las dos figuras del equipo y el ambiente necesario para afrontar un evento de tal categoría.

Es ahí donde aparece la otra figura fundamental del equipo suizo: su capitán, Severin Luthi, un hombre muy importante en el entorno de Roger, que con su carácter sereno logró reconducir la relación entre ambos y acertar en otras medidas fundamentales. Conocedor de la importancia del doble, no dudó en contratar como asesor para esta última semana a David Macpherson, un exdoblista australiano afincado en Estados Unidos, y entrenador desde 2005 de la pareja número uno del mundo, los hermanos Bryan. Los consejos de Macpherson fueron de gran utilidad para Federer y Wawrinka, que tras cuatro derrotas consecutivas en eliminatorias anteriores, jugaron a gran nivel y encarrilaron la final el sábado.

El acierto de Luthi al arriesgar alineando a sus dos mejores jugadores en el doble, con la incógnita del rendimiento de Federer, contrastó con la elección de Clement, el capitán francés, al cambiar de su lado habitual a Benneteau (su mejor especialista) para jugar con Gasquet. El resultado del partido, disputado en un ambiente excepcional, exclusivo de la Davis, señalaba también la superioridad suiza en la decisión de los que eligen, y constataba que no hace falta haber sido un jugador de élite para ser un gran capitán.

Tras el gran tenis de Wawrinka ante Tsonga del viernes y la apabullante derrota de un mermado Federer ante Monfils, el 2-1 posterior dejaba a Suiza en una situación privilegiada, pero a los franceses con posibilidades si todo les iba de cara. Necesitaban que Tsonga superase a un Federer presumiblemente todavía no al 100%, y luego que la mejor versión de un Monfils iluminado ante Wawrinka.

Todas estas conjeturas se disiparon al conocerse la alineación de Gasquet, sustituyendo a un Tsonga al parecer lesionado en una muñeca, para encarar a Federer. Gasquet fue el niño prodigio que debía relevar a Federer, pero que al superar las expectativas en torno a su figura se ha quedado simplemente en un buen jugador, cuyo principal problema es el manejo de la presión. En el doble no jugó bien, y afrontar la responsabilidad de ganar obligadamente, con todo el país pendiente, no parecía el mejor escenario. En el momento que se vio que la condición física de Federer era casi la habitual, la suerte de la eliminatoria estaba clara.

Al final triunfo apabullante de un gran campeón. El tenis hizo justicia a su perseverancia en seguir jugando a pesar de tener 4 hijos, 33 años y un palmarés impresionante. Ya tiene la Davis, solo le falta el oro olímpico individual y ojalá ese reto nos proporcione el regalo de seguir disfrutando de él por lo menos hasta el 2016.

Un fenómeno como jugador; un ejemplo como deportista.