Julio Álvarez, un futbolista exquisito y con mira telescópica en el pie

José M. Fernández

DEPORTES

La LFP lo premió como mejor jugador de Segunda, un reconocimiento tan merecido como apropiado

29 oct 2014 . Actualizado a las 09:38 h.

No atraviesa su mejor momento físico. La lenta recuperación tras pasar por el quirófano a finales de la temporada pasada le ha impedido jugar con regularidad en la actual. Y el Numancia lo nota. Julio Álvarez disputó su primer partido como titular esta campaña el pasado sábado; cuatro minutos necesitó para que su equipo se beneficiara del guante con mira telescópica que tiene en el pie derecho. El lunes, el fútbol español le premió con el galardón de mejor jugador de Segunda División, un reconocimiento tan merecido y apropiado como alejado de intereses de márketing y de la corrección política que suele presidir todos estos saraos.

Porque sincero debe ser el distinguir a un futbolista que ha disputado sus últimas tres temporadas en Soria, alejado de los focos, en el Numancia, un equipo tan humilde como cumplidor, pero que la campaña pasada finalizó en un discreto puesto trece. Disputar 41 partidos, marcar 7 goles, regalar 15 asistencias y ser el jugador que más pases ha dado (2.830, con un 71 % de acierto) define a un futbolista con mayúsculas, con una capacidad táctica que muy pocos pueden alcanzar,.

A sus 33 años, Julio Álvarez se ha forjado una carrera más que respetable, quizá irregular por las lesiones y la dudosa elección de algún destino, pero sólida desde sus inicios en el Rayo Sadense o en las canteras del Deportivo y el Real Madrid. Algunos quisieron ver en su exquisitez al nuevo Fran, aunque, eso sí, se desenvolvía por la derecha.

Ahora, en plena madurez, ha centrado su posición, pero conserva un golpeo de balón preciso -una amenaza a balón parado- y es lo que Guardiola define como buen futbolista, de los que saben asociarse y entrega el balón al compañero. Para los periodistas de Soria -ha jugado en dos épocas distintas y tiene o contrato hasta junio del 2016-, Julio Álvarez es uno de los recurrentes objetos de tertulia entre aquellos que siguen los entrenamientos del Numancia. «¿Cómo, con tanta calidad, ha jugado tan poco en Primera?». No encuentran respuesta. Aún así, ha disputado 98 partidos en la máxima categoría del fútbol español, brillante en sus inicios con el Rayo de Fernando Vázquez (2000-01), pero quizá sin la estabilidad suficiente como para asentarse en un proyecto perdurable. Parecía definitivamente encauzada su carrera, cuando en el 2010, en plena madurez, fue básico para que el Mallorca de Manzano acabara quinto en Primera. Podría haber seguido en el conjunto mallorquín o, incluso, regresar al Deportivo, pero la irrechazable oferta del Tenerife, de nuevo en Segunda, truncó el que parecía el decisivo paso adelante en su carrera. Como tantas veces, las promesas poco tenían que ver con la realidad, y el centrocampista gallego emprendió el camino de vuelta para asentarse en el Numancia. Menos dinero, pero más sensatez. Y fútbol.

Allí, en Soria, enfila la recta final de una carrera que parece encaminarle irremediablemente a los banquillos o a la dirección deportiva. Porque no solo es un jugador con un nivel técnico muy encima de la media, un prodigio a balón parado y un futbolista que entiende el fútbol a partir del talento, Julio Álvarez es capaz de expresar el fútbol con palabras. Lo demostró en la artificial gala de la LFP, cuando recibió de manos de Cristiano Ronaldo el último premio. Fue, probablemente, el discurso más largo, pero también el más emotivo y el único que huyó del tópico agradecimiento. No solo porque describió con sencillez el club con el que quiso compartir el premio («humildad y trabajo»), sino porque fue capaz de ampliar la dedicatoria a todo su entorno, pero, sobre todo, «al futbol, que me apasiona», y a sus hijos: «Hugo, Lucas y Martina».