Ricky la sabe meter

Manuel Blanco GRANADA / ENVIADO ESPECIAL

DEPORTES

Manuel Blanco

El base de España sufre en los partidos cuando de tirar se trata, en los entrenamientos, sin embargo, las enchufa con precisión de cirujano

30 ago 2014 . Actualizado a las 14:54 h.

Dicen que el éxito planetario del fútbol habita en su sencillez. Apenas cuatro reglas y una cuestión central: batir al portero. El baloncesto es otra cosa. Pasos, dobles, zona, personal, técnica, antideportiva, salto entre dos... Un lío para el neófito. Pese al barullo normativo, lo cierto es que, al igual que en el fútbol, a la hora de la verdad todo se reduce a que la pelotita entre por el aro.

Y para meterla, sobre todo, hay que tener un don. Los mejores tiradores de la historia (Jordan, Bird, Petrovic...) practicaron hasta la extenuación, cierto, pero tenían puntería y sangre fría para hacer de una cancha de básket poco menos que el salón de su casa.

A Ricky Rubio, la suerte máxima del básket todavía se le resiste. El base de España es un genio pasando, a campo abierto, y una tortura para muchos colegas a los que amarga literalmente con esos brazos que parecen tentáculos, pero tiene un problema serio cuando de lo que se trata es de tirar. En la gira de preparación del Mundial, por ejemplo, estuvo especialmente desacertado en A Coruña contra Canadá, y solo encontró cierta soltura lanzando el pasado lunes contra Argentina.

Lo curioso es que Ricky, pese a la fama que lo acompaña, sí la sabe meter. En los últimos años, ha dedicado sus vacaciones de verano a trabajar el tiro, consciente de que es su gran asignatura pendiente para convertirse en un base top en la NBA. Ayer por la noche, al final del primer entrenamiento en Granada previo al debut de mañana, se quedó con Pau Gasol lanzando desde siete metros. Y demostró una precisión de cirujano. El genial base de El Masnou completó varias series de siete y ocho triples sin fallo (ver vídeo adjunto), a las que por cierto Gasol replicó con idéntico acierto.

Pero una cosa es anotar en un entrenamiento, y otra bien distinta en un partido. El tiro esconde un componente mental muy poderoso y Ricky tiene que derribar esa barrera para dar el salto cualitativo que se espera de él. El margen para lograrlo es infinito. Al fin y al cabo, son innumerables los ejemplos de bases que arrancaron sus carreras profesionales atormentados en esta suerte (que se lo pregunten a Jason Kidd) y que mejoraron hasta convertirse en tiradores fiables. Ojalá Ricky lo consiga. Por su bien y por el de una España que necesita garantizar el relevo generacional ahora que los júniors de oro entran en su recta final.