Aquel fajo atado con una goma

Antón Bruquetas EL OJO DE HALCÓN

DEPORTES

31 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay imágenes que por mucho que el tiempo se consuma jamás desaparecen de ese mundo a medio camino entre lo real y lo imaginario que son los recuerdos. Entre ese selecto grupo de instantáneas que almacena el cerebro de forma caprichosa, una regresa siempre cuando aprieta el calor del verano y comienza el baile de fichajes, cuando en el circo del fútbol arranca el intercambio de caras. Esa fotografía evoca a las tardes de otoño y en ella se contempla a una pandilla de amigos con carteras repletas de libros soldadas a la espalda. Acaban de pasar las primeras horas sentados en sus nuevos pupitres y se han reencontrado con los compañeros a los que perdieron la pista cuando junio echaba el cierre. También han diseccionado juntos a los profesores que se encargarán de guiarlos en sus primeros pasos hacia la vida real, en la que ya nadie les ayudará a caminar. Pero después de que suene la campana y se repita la estampida por los pasillos del viejo edificio al que le han aplicado otra capa de pintura para vestir sus vergüenzas, la pandilla se junta en el patio, a las puertas de la calle. La mano busca el bolsillo del pantalón y allí aparece aquel fajo atado con una goma en el que Mauro, Fran, Bebeto, Bakero y Míchel acaban de salir al mercado. Son moneda de cambio para poder completar el álbum de siempre, el de Panini.