El Barcelona se despide de una era a manos del Tata Martino

Dpa

DEPORTES

Miguel Ángel Molina

El estilo de juego del conjunto que dirige el argenitno dista mucho del estilo con el que los pupulos de Guardiola maravillaron al mundo del fútbol

14 abr 2014 . Actualizado a las 11:52 h.

El Barcelona, aquel equipo que maravilló al mundo del fútbol, acelera en la recta final de la apatía. Se huele, se palpa y se siente el fin de ciclo, tema tabú para los catalanes durante tanto tiempo.

Las críticas hacia el Tata Martino se intensificaron en la última semana a partir de la eliminación con derrota ante el Atlético de Madrid en los cuartos de final de la Liga de Campeones. No se le perdona que sacara del partido a Andrés Iniesta a los 72 minutos en el choque con los rojiblancos, aunque hasta entonces Iniesta hubiera ofrecido poco. No se le entendió -o quiso entender- qué quiso decir cuando explicó en Madrid que aspiraba a un Leo Messi que participara menos en la jugada pero estuviera más afilado en la definición.

Martino comenzó a firmar su sentencia cuando dijo que entendía que se lo criticara más por no ser «catalán ni holandés». Lo dijo en septiembre, cuando su equipo sumaba victoria tras victoria y las críticas sólo podían apuntar a detalles.

Ahora no. En el final de una temporada enloquecida, el Barcelona confirma que Martino podrá equivocarse en tal o cual alineación, enmudecer al costado del campo cuando los partidos se complican o meterse en innecesarios enredos por su -sana- costumbre de ser sincero y directo ante los medios. Todo eso sucede, sí, pero el gran problema del Barcelona hoy pasa por unos jugadores a los que pareciera que ya nada los motiva.

Ejemplo: llegaban al partido con el Atlético el miércoles y al del Granada el sábado con la obligación de anotar y ganar para seguir adelante en la Liga de Campeones y como dueños de su futuro en la Liga Española. ¿Qué sucedió? Ciento ochenta minutos de juego sin mover las redes, dos partidos que comenzaron sin interés aparente por jugar.

Hay que remontarse a 2008 para encontrar dos derrotas consecutivas del Barcelona sin marcar goles. Fue en los albores de la era Guardiola, un hombre que supo motivar a los jugadores al máximo y que se fue cuatro años después cuando vio que esos mismos hombres le respondían cada vez menos.

El desconcierto en el Barcelona es total. Ya no está Sandro Rosell, el hombre que trajo a Martino, y que debió dejar la presidencia del Barcelona en medio de las oscuridades del contrato de Neymar, uno de los pocos que parece seguir teniendo interés por jugar y ganar. Martino, así, está solo, porque su interlocutor más cercano, el director deportivo Andoni Zubizarreta, también está en la mira por su política de planificación de fichajes.

Mientras el Barcelona confía en encontrar una salida para la sanción de la FIFA que le impide fichar por un año, el equipo muestra una descomposición de estilo y un desinterés asombroso por plantarse como dueño del partido ante el rival de turno.

La idea de presionar arriba con la que Martino insistió una y otra vez en sus primeras semanas al mando del Barcelona se convirtió en cirtificación de un fracaso. Con ella, el Barcelona defendía ya a partir de sus delanteros y no exponía a su defensa, porque difícilmente los rivales llegaran con la velocidad, limpieza y peso con que lo hacen hoy.

Pero para que este tipo de presión funcione se necesitan jugadores implicados al cien por ciento en lo mental y lo físico. Y este ya no es el caso.