Sandro Rosell, la víctima de una guerra civil

La Voz CRISTIAN REINO | COLPISA

DEPORTES

Enfrentado a Laporta, Guardiola y Cruyff, abrió una brecha con la afición que se agravó con la no renovación de Abidal

23 ene 2014 . Actualizado a las 23:24 h.

Llegó a la presidencia del club, en julio de 2010, siendo el candidato más votado de la historia y enarbolando la bandera de la unidad del barcelonismo, bajo el lema Todos somos Barça. Sin embargo, en cuanto tomó posesión del cargo, sus primeras decisiones -retirar la presidencia de honor a Johan Cruyff y llevar la gestión de Joan Laporta a los tribunales- dejaron bien claro que no buscaba la comunión que proclamaba con el sector opositor del laportismo, con el que estaba enfrentado. Rosell quiso darle un estilo nuevo a la presidencia. Trató de ofrecer una cara más amable -siempre sonriente- que la que había transmitido su antecesor, Joan Laporta, puro en ristre, bailando en la discoteca Luz de gas con la botella de champán en la mano y soltando arengas del estilo: «Al loro, que no estamos tan mal». Pero la realidad es tozuda.

Cuatro jefes de prensa en cuatro temporadas esconden más que un problema en la política comunicativa del club. Rosell, mucho menos carismático que su antecesor, ha sido víctima, sin hacer nada para evitarlo, de una constante en el FC Barcelona que dura desde hace décadas y que lleva a la entidad a su autodestrucción. El Real Madrid es el gran adversario deportivo, pero el problema del Barça es interno. Primero fue el nuñismo, enfrentado al cruyffismo y luego al laportismo y este contra el rosellismo.

Ahora es el sandrismo el que se las ve tiesas con los guardiolistas/laportistas/cruyffistas. El expresidente azulgrana no ha dado ningún paso en la búsqueda de la reconciliación y en cuanto ha cometido un error, han ido a por él, vía querella. Por tanto, la división social del club con más socios del mundo se prolongará sine die.

Sandro Rosell deja tres años y medio de presidencia, que en lo deportivo se salda con una Liga de Campeones, dos Ligas, una Copa y un Mundialito. Bajo su mandato, el Barça fichó a Adriano, Mascherano y Afellay en 2010 (Villa firmó ese primer año, pero en plena campaña electoral); luego llegaron Alexis, Cesc, Song, Jordi Alba y Neymar, su ojito derecho y, guiños del destino, el que de manera indirecta ha provocado su renuncia. En cualquier caso, la gran contribución de Rosell al Barça, cuando era vicepresidente entre 2003 y 2005 con Laporta como máximo ejecutivo, fue el fichaje de Ronaldinho, el jugador que cambió la historia del club y el que propició el inicio de la década prodigiosa, que aún perdura.

Ronaldinho, como Neymar, se vistieron de azulgrana porque, antes que alcanzar la directiva del Camp Nou, el que fue el 39º presidente culé ocupó cargos relevantes en la firma Nike en Brasil. Hijo de un exgerente del Barça que además fue uno de los fundadores de CiU, el exmandatario azugrana, enfrentado a Laporta desde que se divorciaron en 2005, empezó a perder el encanto que le había encumbrado cuando Guardiola, referente máximo del barcelonismo, anunció que se marchaba del club en verano de 2012. Nadie entendió que Rosell, que sólo pudo renovarle una temporada, no hiciera un esfuerzo mayor para evitar la huida del ahora técnico del Bayern. La renuncia de Pep abrió una brecha muy seria entre el presidente y la afición, que se agravó con la no renovación de Abidal y algunas decisiones en lo social, como prescindir de Unicef como imagen de marca en la camiseta e incorporar publicidad (primero Qatar Foundation, como paso previo a Qatar Airways) por primera vez en la historia del club. La idea de reformar el Camp Nou, una obra faraónica, tasada en 600 millones, ha sido su último proyecto, que la directiva someterá a referéndum en abril, pero ya no bajo la presidencia de Rosell.

La gestión de la enfermedad de Tito Vilanova, que primero fue reemplazado por su segundo Jordi Roura, y finalmente por Tata Martino, fue la decisión más delicada de su mandato.