Memorable Gómez Noya

Antón Bruquetas LA VOZ / REDACCIÓN

DEPORTES

El ferrolano consigue el título de las Series Mundiales en la gran final tras derrotar al británico Jonathan Brownlee en un esprint heróico

16 sep 2013 . Actualizado a las 14:41 h.

Javier Gómez Noya</b> agiganta su leyenda. Esta tarde se ha proclamado campeón del mundo por tercera vez en su carrera. En el mismo circuito donde consiguió hace poco más de un año la medalla de plata, por el mítico Hyde Park de la capital británica, el triatleta ferrolano necesitaba ganar en la gran final de las Series Mundiales y esperar que su principal rival, Alistair Brownlee, no quedase segundo, y tanto las matemáticas como las piernas le acompañaron. Unos problemas físicos de Alistair provocaron que los últimos 10.000 metros, el tramo pedestre, se convirtiesen en un mano a mano entre Gómez Noya y Jonathan Brownlee, quien también precedía al gallego en la clasificación general, pero por una diferencia de puntos muy corta, por lo que el quedase en primera posición se llevaría el título.

La carrera definitiva, en un día de otoño en Londres, con lluvia y frío, comenzó torcida para la plata en los Juegos del 2012. En la natación, el eslovaco Richard Varga, como es habitual, impuso un ritmo intenso. Lideró con brazadas de hierro. Los hermanos Brownlee se fijaron a su rebufo, siempre entre el cuarto y quinto puesto, mientras el triatleta ferrolano se quedaba rezagado en la decimo tercera posición, a casi 19 segundos de la cabeza.

En la primera transición, después de cumplir los primero 1.500 metros de competición, Gómez Noya consiguió recuperar las diferencias y en las primeras pedaladas ya estaba soldado a la rueda de sus máximos rivales. Se formó entonces un grupo de 13, el de los favoritos, que llegaron a tener hasta 40 segundos de diferencia con el pelotón perseguidor en el que estaban hombres muy fuertes para el último 10.000 como el español Mario Mola o el sudafricano Richard Murray. Poco a poco, las diferencias se fueron acortando y fue el momento en el que Alistair Brownlee aprovechó para lanzar varios ataques. Una estrategia que le había salido bien en Estocolmo, donde consiguió 20 segundos de diferencia con respecto a Gómez Noya, y luego, pese a que el ferrolano corrió más rápido, los supo mantener.

Sin embargo, esta vez, el deportista afincado en Pontevedra no perdió la rueda de Alistair. Le dejó desgastarse. Confiaba en sus posibilidades en el trecho a pie. El nerviosismo del británico también evidenciaba que no se encontraba en plenitud de condiciones. Ya había anunciado esta semana que tenía molestias en un tobillo, que no le habían permitido ejercitarse al máximo y, como se pudo comprobar más adelante, no mentía. Sus latigazos propiciaron que la distancia con los perseguidores se aumentase de nuevo a 40 segundos al acercarse a la segunda transición. Los de delante se iban a jugar la gran final.

Con la zapatillas de correr ya sobre los pies, Alistair se descolgó. Y todos los cálculos previos sobre el título mundial se redujeron a un mano a mano entre Jonathan Brownlee y Javier Gómez Noya. Fue una carrera táctica. Quizás al ferrolano, cargado por una agenda de pruebas sobrehumana, le faltó la frescura de hace unas semanas en Suecia, donde el menor de los hermanos británicos no pudo aguantar su cambio de ritmo. Lo probó hasta en tres ocasiones y Jonathan también hizo un par de movimientos, pero ninguno de los dos logró despegarse. Entraron en el último kilómetro de la mano. A falta de 400 metros Brownlee, con mejor esprint que el gallego, ejecutó su apuesta. Pegó un sacudida a la que Gómez Noya ya tenía preparado el contragolpe. Se apostó sobre su espalda y a apenas cincuenta metros de la línea de la llegada lo rebasó con determinación, con el corazón. Otra vez en Londres, como en el 2010, como en los Juegos, el ferrolano voló de nuevo hacia la historia.