El Nadal-Djokovic dejó un punto para la historia

Colpisa

DEPORTES

El serbio tuvo su momento de gloria en la final del US Open al romper el saque del balear tras un intercambio de 54 golpes que llevó al delirio a Nueva York

10 sep 2013 . Actualizado a las 22:11 h.

Nadal se coronó en el US Open en un partido que comenzó a palos y se resolvió a su favor por 6-2, 3-6, 6-4 y 6-2, tras casi tres horas y media de inmensa batalla. Djokovic desistió de los intercambios largos y se lanzó a tumba abierta a por el de Manacor. Los puntos volaron al mismo ritmo que los juegos y al mismo tiempo que crecía la cuenta de errores no forzados de Nole' Mal asunto para el serbio, que buscaba el cuerpo a cuerpo sin vigilar la retaguardia. Además, se encontró a un Nadal descomunal.

En una primera manga perfecta, Nadal tiró con su derecha como nunca, lo que ya es mucho. Un recital del manacorense en un primer parcial en el que hizo y deshizo a su antojo. Eso, dos breaks y los 14 errores del serbio le pusieron un set arriba. Ya en el segundo acto, una vez despertado Djokovic, el nivel del encuentro aumentó más si cabe. Y en el ecuador del set ocurrió ese punto que se recordará mucho tiempo. Esos 54 golpes que ayudaron a Djokovic a hacerse con 'el break. Por eso lo celebró como si del último punto se tratara. Un punto para la historia en una final para el recuerdo, un intercambio frenético que llevó al delirio a la pista central de Nueva York.

Porque, a pesar de que el serbio lo pagó y cedió inmediatamente el saque, finalmente le sirvió para cerrar la manga con una rotura más. El paso atrás que había dado Nadal era el que había dado el serbio hacia delante. El duelo se movía en territorio amigo para Djokovic. El español, demasiado retrasado para herir al serbio, aguantaba a duras penas. Su derecha se había apagado. Y su saque, que solo lo había cedido en una ocasión en todo el torneo, flaqueó. Lo perdió tres veces consecutivas, lo que puso por delante al número uno. Y, de repente, cuando peor estaba, resucitó. Levantó la voz en la central y se metió en el partido con más corazón y garra que tenis. Del 1-3 al 4-3. Y a partir de ahí, el punto de inflexión del choque.

Con 4-4 y 0-40, en contra, el segundo cabeza de serie salvó lo que nadie salva -la última bola de break con un saque directo, el primero que hizo en el partido-. Pero ahí no se quedó. En el siguiente juego, con saque del serbio, después del 30-0 hizo cuatro puntos seguidos al resto que le dieron el set. Un parcial conseguido a base de sufrimiento, de correr y de agonizar en la pista. Ahí se creció Nadal; ahí enmudeció Djokovic; ahí se acabó el partido. En el último acto, ese mazazo psicológico pesó demasiado al número uno de la clasificación. Ya no podía hacer nada. Enfrente estaba el mejor deportista español de todos los tiempos. Un tenista que está opositando seriamente a ser el mejor de la historia -parece ser cuestión de tiempo- y que ha demostrado que no tiene límites.