Joel González y Brigitte Yagüe, oro y plata en el taekuondo de Londres 2012

La Voz ENRIQUE YUNTA | COLPISA

DEPORTES

STEFANO RELLANDINI

Los taekuondistas logran la tercera medalla del día para España tras la exhibición de Cal

09 ago 2012 . Actualizado a las 02:20 h.

Al filo de la medianoche, después de un miércoles de emociones y gritos en el azul eléctrico del ExCel de Londres, España presumió orgullosa con dos luchadores magníficos en el podio, muy distintas las formas de proceder de Brigitte Yagüe y Joel González. Él, medalla de oro en mayúsculas, es el frío, calculador y ajeno al ruido mediático porque opina que los Juegos son incluso más fáciles que un Mundial, repetitivo con la tradición de ganar, ganar y ganar. Ella, que se contentó con la plata, representa el fuego, carácter indomable en el tatami, una profesional que llevaba toda la vida detrás de esta crónica. No fue campeona, pero no hay ni un reproche en su actuación.

El oro de Joel González resumió una jornada eterna, todo o nada en un día interminable. Triunfó en los cuatro combates y donde peor lo pasó fue en el primero, presumiblemente el más sencillo. Él ni se inmutó, fiel a su rutina, una sonrisa antes de cada lucha y un puño cerrado al final. Básicamente porque González, doble campeón de Europa y del mundo a sus 22 años, siempre tiene algo que algo que celebrar.

Es el mejor en la categoría de menos de 58 kilos, un peso irrisorio para cualquier persona con esa altura. Mide 1,85 metros y eso hace de él un luchador especial, beneficiado con los nuevos petos tecnológicos porque ahora tiene más valor golpear en la cabeza. Ningunas piernas van más rápidas que las del catalán, puro talento que dejó por el camino al sueco Unli, al australiano Khalil, al colombiano Muñoz y al surcoreano Lee en la apasionante pelea por el título. Emociona en el tapiz mientras mueve el brazo para acodarse de que lo tiene, más pendiente del ataque que de su propia defensa. Es el taekwondo del siglo XXI.

González es de oro y Yagüe brilla como si lo fuera

El de Yagüe (menos de 49 kilos) es el de toda la vida, una romántica que se ha tenido que reinventar cien veces porque ya lleva mucho en este mundo. Ella no tiene envergadura para buscar tanto las alturas, pero tiene una capacidad competitiva brutal y recursos para todo. Fue sorteando etapas con maestría y protagonizó una remontada brutal en semifinales, prácticamente sentenciada a menos de un minuto. Perdía 9-3 ante la tailandesa Sonkham y se lo jugó en una ofensiva desenfrenada, impacto en la cabeza con giro para obtener cuatro puntos, máxima concesión en este deporte.

La final ya era un premio, una liberación después de tantos años soñando con una final olímpica.

Se peleó tarde, más de cuatro horas después de los combates de semifinales en donde dio tiempo a imaginar el paraíso. Y luego es un visto y no visto, seis minutos de tensión incontrolada, el trabajo de muchos años resumidos en 360 segundos.

Primero fue Yagüe, superada desde el primer momento, ansiosa por intimidar a arrolladora la china Jingyu Wu. La mallorquina le había ganado en dos de las tres veces que se habían enfrentado, estadística poco útil en esencia, pero un referente por el que creer. Pese a todo, no hubo duelo porque la asiática estuvo, sencillamente, impecable, una tortura.

Castigó a Yagüe por todos lados y ya en el primer asalto puso tierra de por medio, casi insalvable ese 4-0. El 8-1 del final es incontestable.

Y González cerró el día con un encomiable ejercicio de estrategia y técnica, siempre por delante en el marcador. El catalán sumó de inmediato, golpe al pecho y a la cabeza del surcoreano Lee con reclamación de vídeo incluida para ponerse 4-0 en medio minuto y apuntar al oro. Peleó con maestría, como un veterano a sus 22 años, y puso el broche (17-8) a un miércoles fantástico para el taekuondo español. González es de oro y Yagüe brilla como si lo fuera.