Roger Federer conquista su séptimo Wimbledon al vencer a Andy Murray

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GERRY PENNY

Federer iguala el número histórico de victorias en Londres y recupera el número uno del mundo. Murray continúa sin conseguir un Grand Slam en su carrera

09 jul 2012 . Actualizado a las 12:40 h.

Roger Federer es más parte de la historia de Wimbledon si cabe. Federer conquistó su séptimo torneo en Londres, igualando la marca histórica de Pete Sampras y de William Renshaw, después de vencer en la final al primer británico que la alcanza en 70 años. Andy Murray amenazó con sorpresa en el primer set, pero cedió ante otra lección majestuosa de tenis de Federer (4-6, 7-5, 6-3 y 6-3). El suizo se lleva su séptimo Wimbledon y recupera el número uno del mundo, arrebatado a Novak Djokovic.

Roger Federer, que no conseguía hacerse con uno de los grandes desde enero del 2010 en Australia, incrementa así su récord de títulos de Grand Slam, llegando a los 17. Además, a partir del lunes Federer igualará a Pete Sampras con 286 semanas como númer uno de la ATP, récord que superará siete días más tarde.

La final terminó con Federer emocionado y emocionando, pero había comenzado despertando las esperanzas de los británicos, que en una tarde destemplada, típica de su dudoso verano, creían estar por fin ante el día en el que Fred Perry, el último campeón de un torneo de Grand Slam, con Wimbledon y el US Open en 1936, descansaría en paz.

Pero la estatua y las cenizas de Perry, enterradas en una esquina exterior del estadio de tenis más famoso de la historia, seguirán siendo un doloroso recordatorio para los británicos, a los que les queda regresar el mes próximo a Wimbledon con la esperanza de que Murray conquiste el oro en los Juegos Olímpicos de Londres.

Transcurso del partido

Mientras las cargadas nubes que habían complicado toda la mañana se alejaban y el sol iluminaba el césped de Wimbledon, Murray abría la final de una manera soñada: quebraba el servicio de Federer en el primer juego para situarse 2-0.

El británico dominaba y el Federer decidió cambiar. Dejó de jugar al palo y palo, para comenzar a alternar un filoso revés con slice entre sus derechas y desequilibrar así el potente juego semiplano del escocés, que exhibía además un notable primer servicio.

Federer tuvo sus oportunidades en el primer set, con dos puntos de break para situarse 5-3, pero Murray reaccionó con valentía y acierto en cada momento complejo. Y esas oportunidades no aprovechadas le pasaron enseguida factura a Roger Federer, que encadenó cuatro errores para ceder su servicio. Minutos después, con un saque seco a 210 kilómetros por hora sobre el cuerpo del suizo, Andy Murray se llevaba por 6-4 su primer set en una final de Grand Slam.

El segundo parcial fue un saque a saque con oportunidades para ambos de quebrar el servicio del adversario. Murray seguía mostrando más regularidad, era el que llevaba el ritmo del partido y el set parecía írsele de las manos al suizo. Pero no en vano Federer es quien es. Con Murray sacando 5-6 y 30-30 vio la oportunidad y la aprovechó con dos puntos de jerarquía: dos toques y el set en el bolsillo.

El primero, un toque de volea de derecha que Andy Murray alcanzó para lanzar un globo apenas fuera. El segundo, un sublime toque de volea de revés tras mover a su rival por toda la cancha. Eran las 16:02 y la final comenzaba a virar. Entonces apareció uno de los grandes protagonistas de la historia de Wimbledon, la lluvia, que obligó a interrumpir el partido por media hora con Federer sacando 1-1 y 40-0.

Interrupción por lluvia

La final entre Federer y Murray tuvo que ser interrumpida en la pista central de Wimbledon por la lluvia. Federer servía 4-6, 7-5, 1-1 y 40-0 cuando desde las oscuras nubes que ensombrecieron todo el día en Londres comenzó a caer una fuerte cortina de agua.

El césped fue cubierto de inmediato con una lona verde y los jugadores ingresaron a los vestuarios, mientras miles de espectadores abrían sus paraguas. La organización procedió a correr el techo de la pista central, y el partido se reanudó 40 minutos después.

El suizo volvió, ganó el punto y se situó 2-1. La final ya era otra, porque el techo traslucido filtraba la luz en forma uniforme sobre el césped, ya sin posibilidad de sombras, y el eco de la pelota llegaba hasta el último rincón de un estadio ensordecedor ante cada aplauso de los casi 15.000 espectadores.

Murray resbaló y cayó sobre su tobillo izquierdo sacando 2-3 y 40-30. El percance no fue grave, pero sí lo que siguió después, porque Federer olió sangre, Murray volvió a caerse y el juego pasó a ser una montaña rusa.

Lo tuvo Federer con una devolución de derecha invertida que erró tras un segundo saque en el quinto punto de break , falló también en el sexto con una devolución de revés a un segundo servicio e intentó un toque sin sentido cuando podía obtener su séptimo punto de quiebre.

Pero entonces Andy Murray se equivocó, le entregó la pelota en una volea, Federer lo pasó de globo y el escocés, por tercera vez en el juego, terminó en el piso. Federer se situaba 4-2 y el partido tomaba un rumbo nuevo, mientras el primer ministro británico, David Camerón, mostraba su desazón negando con la cabeza desde la primera fila del palco oficial.

Fue 6-3 para Roger Federer con un saque directo. La final era ya psicológicamente suya tras dos horas y 40 minutos de batalla. Murray caminaba taciturno y el público bajaba los decibeles.

Un rato más tarde, y con Murray ya sin la agilidad ni la explosividad de los tres primeros sets, Federer quebró para 3-2 con un passing de revés cruzado y se encaminó con la fuerza de una locomotora hacia lo que hace unos meses pocos imaginaban: otro título de Grand Slam, nuevos récords y la cima del tenis mundial.

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