Marian Izaguirre: «Las novelas tienen que divertirnos, pero también obligarnos a pensar»

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

SANDRA ALONSO

En su última obra, «Cuando aparecen los hombres», aborda la creación de la identidad a través de los otros

03 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La escritora bilbaína Marian Izaguirre construye su última novela, Cuando aparecen los hombres (Lumen), a través de la ausencia de su protagonista. La autora de La vida cuando era nuestra (2013), entre otros títulos a lo largo de casi tres decenios de trayectoria literaria, sitúa esta nueva trama a principios del siglo XX y en las décadas de los años 60-70.

-Crea el personaje de la protagonista, Teresa Mendieta, a través del resto, ¿por qué ese planteamiento para establecer su identidad?

-Porque, en el fondo, creo que es lo que pasa en la realidad, no solo en las novelas. Construimos nuestras vidas, nuestra identidad y nuestra imagen del yo a través de los otros, del reflejo que los demás ofrecen de nuestra personalidad, de nuestra forma de actuar, de nuestra actitud ante la vida. Creo que no existimos sin los otros.

-Y en esa conformación de la identidad también hay ficción para aquello que se desconoce.

-También lo hacemos. Si necesitamos construir una verdad, o algo que nos parezca verdad, la realidad siempre es escasa para eso, nunca es suficiente. La realidad es pobre porque tiene muchas zonas de sombras que nosotros no vemos, por eso la tendencia es a completarla con imaginación, con lo que suponemos.

-Usa otra vez dos tiempos en su obra, pero esta vez le ha añadido una mayor utilización de la mezcla de la primera y la tercera persona a la hora de narrar.

-Es más compleja que otras novelas, aunque los dos tiempos los he manejado desde que escribí mi primera novela, porque creo que no somos solo presente; el futuro inmediato lo llevamos con nosotros y también es nuestro.

-En la novela describe Bilbao y la Costa Brava, ¿también tiene mucho de usted esta novela?

-Todas. Todos los personajes de nuestras novelas somos nosotros en el fondo, lo que hemos visto, lo que hemos oído, porque trabajamos con materia nuestra, no con la ajena; trabajamos con tripas interiores y con sentimientos que nos pertenecen, entonces, es difícil que lo que se ponga en la novela no tenga que ver con uno mismo.

-Afirma que sigue la máxima de Milan Kundera de que las novelas tienen que ser fáciles de leer y difíciles de entender. Puede parecer hasta un poco contradictorio, ¿cómo se consigue?

-Creo que las novelas nos tienen que permitir divertirnos, solazarnos, pero que también nos tienen que obligar a pensar. Lo que yo planteo en mis novelas tiene que ver mucho con preguntas, que a veces contestan los personajes y con preguntas que a veces no contesta nadie y tiene que responder el propio lector.

-En esta novela ya desde el principio se sabe que la protagonista no está, o desapareció o murió.

-Desde el principio, principio, no...

-Ya lo dice en la primera página...

-Bueno. Esa primera página está pensada para que el lector la lea y cuando haya pasado otras cinco, la haya olvidado. Y después, recuperas esa primera página en la ciento y pico, cuando la novela da un vuelco y dices: ‘¿Ahora qué?’. Creo que a la mayor parte de la gente le pasa, que se olvida de la primera página, siendo importante.

Preocupada por que «un éxito no te paralice y no te haga escribir peor»

Marian Izaguirre explica que ninguna de sus obras tiene que ver con otras anteriores, pero admite que hay cosas que se tratan en una novela y que, de repente, algo se escapa y se mete en la siguiente.

-No es exactamente el tema más importante, o el tema de fondo, pero siempre hay una conexión. Es como escribir desde la sinceridad. Me pasa a mí, que yo pienso en una novela, la construyo, paso dos años instalada en ese pensamiento y en ese mundo, y luego es difícil que algo de lo tratado ahí no siga contigo. Creo que es lo que hace la obra de un autor, sus constantes obsesiones por cosas que no tienen que ver.

-Esta es la segunda novela después del éxito de «La vida cuando era nuestra». ¿Cambió su forma de afrontar el trabajo?

-Te pone un poco más alto el listón de la exigencia y tienes miedo a que alguien te diga: «Como aquella, no». Tienes ese miedo. Por otra parte, yo tengo el regalo de tener lectores fieles. Me esfuerzo mucho, pero me devuelven con creces el esfuerzo que yo hago. Mi gran alegría es publicar esta novela y que constantemente me estén llegando mensajes de que «esta es su mejor novela». Parecía que no se iba a poder superar, pero se ha superado.

-Entonces, quiere que los libreros de «La vida cuando era nuestra» queden un poco olvidados.

-No quiero que los olviden. Le estoy muy agradecida, fue una novela que conectó con el nervio de la sociedad en aquel momento y me gusta mucho esa novela, sus personajes. Pero lo que me gusta también es seguir escribiendo novelas, que un éxito no te paralice y no te haga escribir peor.