Bonito cuento... de buen vivir

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

«Paris can wait» EE.UU. 2016. Directora: Eleanor Coppola. Intérpretes: Diane Lane, Alec Baldwin, Arnaud Viard, Elise Tielrooy, Linda Gegusch, Élodie Navarre, Cédric Monnet. Comedia. 92 minutos

25 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Redacto esta opinión colgando en el perchero la credencial de crítico porque hay películas que no resistirían al bisturí, pero que se agradecen y sientan bien al ánimo. Si te pones estupendo y sacas la barbera, París puede esperar pasea lugares comunes, se asemeja a una guía turístico-gastronómica, puede resultar irritante e incluso adivinamos el desenlace. Pero es la ópera prima de Eleanor Coppola, de unos espléndidos 80 tacos, con más de medio siglo a la gigantesca sombra de su marido, Francis Ford Coppola, genio del cine del siglo XX, y hasta podría sentirse acomplejada por sus vástagos, Sofía y Roman, también directores. Además rueda su propio guion, sin complejos, a su aire, contándonos en clave de road movie la historia de una señora y el socio de su marido, que emplean dos días y una noche en cubrir el trayecto en coche de Cannes a la capital francesa. A mayores, ella es Diane Lane, que, más allá de su belleza y su versatilidad dramática, es una actriz más grande que la torre Eiffel… Con el francés Arnaud Viard de partenaire perfecto.

Cuenta la propia Eleanor que la idea partió de idéntico trayecto en coche a causa de una incidencia personal. Además de asfalto, hubo paradas culinarias y alguna visita turística, que es lo accesorio. Aquí lo resuelve con encanto y sencillez, con un retrato de Anne -cuyo marido, productor, está siempre ocupado y no parece escucharla aunque diga que la necesita- que se aprecia honesto, real como la vida misma. Su hija dejó el nido hace un par de años y ahora necesita remontar. Se acompaña de su sencilla cámara de fotos que la atestigua como mujer creativa, nada que ver con el rol de secretaria necesaria que parece otorgarle su pareja. A su lado Jacques, en apariencia un maduro seductor, buen conocedor de su país, experto gourmet, vinos incluidos. Pero también fulano en la encrucijada. La relación que mantendrán, en apenas cuarenta y ocho horas, dará para mucho, pero la directora elige, sobre todas, la opción de invitar al espectador a fijarse en las pequeñas cosas del buen vivir.