Un descabalado Fatih Akin defiende la venganza individual frente al terrorismo

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

LOIC VENANCE | AFP

François Ozon entrecruza a Cronenberg y De Palma en su notable «L'amant double»

27 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En este festival sin demasiado cine político o engagé en sus contenidos tenía que haber por fuerza una película sobre el terrorismo que asola Europa y que ha tensionado la atmósfera de la Croisette. Lo que no estaba escrito en ninguna parte es que la firmase alguien tan poco fiable como el turco-alemán Fatih Akin. Y mucho menos que el descerebrado discurso que tocase enarbolar ante los atentados fuera el de la venganza personal, a la brava, saltándose al Estado de derecho y con una mochila bomba como funesto colofón de la función revenge, ideológicamente deleznable, de Into the Fade. Oficia en ella Diane Kruger de rambina, solucionadora con la ley del ojo por ojo ante la pusilanimidad de una justicia que deja libre a los ejecutores de su familia. Y asistimos de nuevo, como con el ucraniano Loznitsa hace un par de días, al cine que eyecta el odio. Y que busca colar esta abominación con la coartada de elegir un sujeto terrorista que no es el ubicuo integrismo yihadista, sino la menos activa internacional neonazi, la camada negra de esvásticas revenidas y amaneceres dorados. Como si este supuesto guiño hiciera más digerible la brutalidad ideológica innoble de un Akin que participa de la más totalitaria doctrina de respuesta a las bombas con más dinamita

La carga expansiva de este cine que emascula perversidad, y la pregunta sobre qué hace en el escaparate de la selección oficial, retumbarán por un tiempo como error mayúsculo. Y nos llevará a interrogarnos sin respuesta sobre las razones que llevaron a excluir el pasado año la ópera magna y nihilista sobre la violencia terrorista del Nocturama de Bertrand Bonello, por supuesta inconveniencia. Y a incluir en la penúltima curva de esta 70.ª edición la tropelía de Fatih Akin con Into the Fade.

Disfruto cada vez más con la elegancia y el savoir faire de François Ozon en sus fascinantes recomposiciones del universo Brian de Palma, ahora con L'amant double. En ella, con la idea del doppelgänger, del doble que camina al lado, Ozon orquesta una derivación de los filmes más desaforados del autor de En nombre de Caín o Femme fatale. Y del Cronenberg genialmente enfermizo de Inseparables y su cultivo de las fantasías o las criaturas reales con vuelco psicosomático. Lejos del mimetismo o el plagio, hace tiempo que el infravalorado Ozon articula desarrollos propios densos, con una carga sexual subversiva y perturbadora que pone aquí de nuevo en su epicentro a Marine Vacth, aquella lolita de Jeune et Jolie, ahora emergida como mujer que canibaliza las pulsiones y las entrañas. Que te envuelve en los círculos concéntricos de su naturaleza inextricable. Y que fuerza a que sobre su mirada -por la cual matarían Hitchcock o De Palma- pivote un bucle de turbias y sabias posesiones gemelas, de rizos del inconsciente poseído por la esquizofrenia del deseo y del alma. Una región salvaje donde el fastuoso doble juego tanático y erótico te hechiza y te mata.