Thoreau, vida clara como un poema

HÉCTOR J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Editan en castellano la más completa biografía y una antología del pensamiento del filósofo de la naturaleza salvaje; el 12 de julio se cumplirán 200 años de su nacimiento

15 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Creo en el bosque, en la pradera y en la noche en la que crece el grano». No puede haber ideario tan sencillo y aparentemente asequible como el que dejaba sentado Henry David Thoreau en su breve ensayo Caminar. «Mi vida es el poema que me hubiera gustado escribir», dijo una vez en su modestia, sin saber quizá que ya lo estaba componiendo con exquisita lucidez. «Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentándome solo a los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, no fuera que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido. No quería vivir nada que no fuera la vida, pues vivir es algo muy valioso», sigue Thoreau desnudando sus intenciones en Walden, donde relata su experiencia en la cabaña del lago. Algunos de estos pensamientos, extraídos en forma de calóricas píldoras, se reúnen en el volumen Todo lo bueno es libre y salvaje, que el sello Errata Naturae edita al hilo de que el próximo 12 de julio se cumplirán 200 años del nacimiento de Thoreau en la ciudad estadounidense de Concord, Massachusetts.

Su independencia a ultranza marca un camino que sería bueno retomar, pero ello requiere determinación y una normal aceptación de la soledad: «La inmensa mayoría son hombres en sociedad [anota en sus diarios el 24 de abril de 1852]. Viven en la superficie, les interesa lo transitorio y lo breve. Son como madera de deriva en la riada. Solo piden las novedades: la espuma y la cochambre del mar eterno».

Esta antología -que funciona como una colección de potentes aforismos- es una excelente manera de penetrar en el universo de Thoreau, sobre todo para quienes aún desconozcan su audaz propuesta. En realidad, traza un retrato del escritor bastante certero tanto en lo intelectual como en lo íntimo, pese a las muchas contradicciones y a otros tantos lugares comunes y visiones interesadas que pesan sobre su personaje.

Por si esto no fuese suficiente, el mismo sello rescata la más completa biografía de Thoreau, la que publicó en 1986 el historiador Robert Richardson, y que cubre una falla importante en el mercado editorial español que apenas corregía el trabajo del profesor vasco Antonio Casado da Rocha (Acuarela Libros, 2004). Richardson busca abordar la compleja dualidad de quien su amigo Emerson definió como «licenciado en pensamiento y naturaleza», sin dejar de escudriñar al hombre, al filósofo, al aventurero, al lector, al político, al escritor... incluso su faceta social, que pudiera parecer irrelevante en quien afirmaba cosas como: «Qué triviales, carentes de interés, fastidiosos e insatisfactorios son todos los trabajos por los que los hombres te pagan con dinero» o «Vivir en relaciones de verdad y sinceridad con los hombres es habitar un país fronterizo». Richardson logra un dibujo de Thoreau estoico pero empático y seductor y cuyo ejemplo, en particular, sirve como eficaz (urgente, diríase) herramienta de futuro.

La efeméride llega en un momento en que el pensamiento de Thoreau vive una pujante e inusual vigencia, que se vislumbra en los movimientos políticos surgidos al calor del 15-M, en el descontento social y la necesidad de poner coto a los excesos del capitalismo y la globalización. En este mismo sentido, la publicación en castellano en los tiempos recientes de un gran número de libros de autores que apuestan por el regreso a los bosques (la denominada nature writing) y que además saben contarlo muy bien parece poner de relieve esa rabiosa actualidad de los postulados de Thoreau, que de uno u otro modo está detrás de su inspiración -Doug Peacock, Nick Jans, Sue Hubbell, Dan O’Brien, Mike Wilson, Edward Abbey, Gary Snyder, Annie Dillard (por cierto, casada con Richardson)-. Buena parte de esas obras han sido publicadas por Errata, que además ha reordenado la producción del que es tenido por el padre del concepto desobediencia civil -al menos, encarnó ese espíritu con coherencia- y que, en este festejo, reedita hoy el gran clásico Walden con la novedad de un breve pero suculento prólogo de Michel Onfray.