«'Cabaret' es una fiesta, pero siempre con el drama del ascenso nazi detrás»

J. C. Gea GIJÓN / LA VOZ

CULTURA

El mítico musical llega a Galicia y se representará a partir del jueves, y hasta el domingo, en el coruñés Teatro Colón

08 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Lo primero que el Maestro de Ceremonias hace es dar la bienvenida: 'Meine Damen und Herren, Madames et Messieurs, damas y caballeros, Guten Abend, bonne soire, buenas noches'. Y todo da comienzo con el 'Willkommen, benvenue, welcome…'». Lo demás no se puede decir. A partir de ahí, secreto. Cabaret. Armando Pita imposta la voz como Emcee e incluso se arranca a cantar el inconfundible tema-obertura, como Maestro de Ceremonias del monumental montaje de Cabaret (El musical de Broadway) que se representa en A Coruña en el Teatro Colón a partir del próximo jueves y hasta el domingo. Las entradas pueden adquirirse en Ataquilla.com, en la plaza de Ourense o en el teléfono 902 504 500.

El histriónico personaje al que da vida el actor gallego es el eje en torno al que gira todo lo que sucede en un Kit Kat Club que el director de esta versión, Jaime Azpilicueta, engrandeció respecto a lo que tenía en la cabeza Joe Masteroff cuando ideó el libreto de este clásico incombustible del musical. El espectacular Kit Kat Club de esta multipremiada adaptación viaja por España desde septiembre del 2016 a bordo de ocho camiones que desplazan 540 metros cúbicos de material de escenario. Los actores no viven precisamente en sórdidas pensiones alemanas, sino en buses de dos pisos transformados en hoteles rodantes. Y todo en esta reconstrucción escénica del Berlín de los años de Weimar, con el nazismo en auge, es mucho más deslumbrante de lo que solían ser aquellos cabarets con más sordidez que glamur. Pero la esencia es la misma, como lo viene siendo desde la primera función de Broadway en 1966.

-¿«Cabaret» es ya un clásico que soporta cualquier versión?

-Lo que ha demostrado es que admite infinidad de propuestas diferentes a lo largo de ese medio siglo que esta gira conmemora, desde que se estrenó el libreto musical, antes de la película. La obra ha dado mucho de sí. El tiempo ha pasado, las cosas han cambiado, dentro de los teatros los aspectos más técnicos han avanzado mucho, muchas propuestas y recursos teatrales han ido pasando de moda y han ido viniendo otros nuevos… Y, sin embargo, Cabaret ha sobrevivido a todas esas tendencias, e incluso las ha potenciado, y ha servido para que gente como Sam Mendes o Jaime Azpilicueta, nuestro director, hayan podido adaptarla y hacer una propuesta siempre novedosa y siempre atractiva.

-¿Qué distingue a esta?

-Unas han estado más basadas en lo sórdido del cabaret, otras en el esplendor, y ese es el caso de la de Azpilicueta: una versión muy grande, una fiesta muy visual, llena de brillo y lentejuela.

-Pero siempre con la misma oscuridad y la tragedia detrás...

-Detrás siempre se esconde el drama, eso de lo que realmente habla Cabaret: el ascenso de los nazis al poder en el Berlín de los años 30. Ese es quizá el secreto de esa montaña rusa emocional por la que el público va pasando, y que engancha tanto. Pero a pesar de todo es un espectáculo en el que te diviertes, es una fiesta en la que juegas a dejar los sentidos libres y dejarte provocar, aun sabiendo cuál es el final.

-Tenemos en mente la versión cinematográfica de Fosse. ¿Conviene dejarla de lado e ir a lo que es ante todo «Cabaret»: teatro?

-Claro. La película es un peliculón, los actores, unos actorazos, pero la experiencia del cine y del teatro, como los buenos teatreros sabrán, no tiene nada que ver. Es diferente, el momento, la piel, la cercanía. Cabaret abarca todo eso, y el Maestro de Ceremonias, el papel que me toca interpretar, se encarga desde el segundo uno de intentar que la gente entre, de interactuar todo el rato con ellos. Creo que se consigue. Al final la gente te lo agradece, te dice que se ha transportado en el tiempo y en el espacio y ha vivido una historia mágica.

-En un papel así, ¿cuánto hay de milimetrado y de improvisación?

-El ritmo es sagrado para actores y directores, que aprendemos desde el inicio que en el teatro hay un tempo, y unos anclajes por donde sabes que tienes que pasar y te puedes recrear de una manera controlada. También es verdad que eso ayuda al actor a tensar la cuerda, y aprendes a manejarte en esos momentos de tanta presión. Cuando lo dominas y puedes improvisar dentro de ese molde, eso te da mucho poder actoral.

«Hay gente que llora y otra se queda con el divertimento»

El Maestro de Ceremonias de Pita es un personaje mordaz, critica la sociedad del momento, es un cronista de la época. Pero el contexto original se respeta, podría ser demasiado anacrónico crear un parentesco demasiado obvio. Más bien se da rienda suelta a la imaginación de cada persona para que entre en esa parte de Cabaret. «Ahí está lo mágico. Porque hay gente que sale muy tocada, gente mayor que ha tenido padres que han vivido en Alemania, gente que llora, gente que se queda solo con el divertimento… Todo es lícito y maravilloso. Para eso -anota el actor- hay que crear una transgresión medida».

-Hay quien ve similitudes entre esta Europa en crisis y la Alemania de Weimar...

-Sí que es muy actual, si te pones a hacer un paralelismo con los nacionalismos y las figuras políticas más extremas de hoy en muchos casos y muchos países. Cada uno tiene su perlita. Si buscas paralelismos con la actualidad, es muy fácil encontrarlos.

-¿Qué ha sucedido al público español para, después de una cierta reticencia, llegar al idilio que hoy vive con el musical?

-Yo creo que es debido a productoras que han apostado por el género, que han venido de fuera y que también están aquí. El gran pistoletazo de salida lo dio Luis Ramírez con El hombre de La Mancha, cuando se estrenó aquí hará como dos décadas. También es ese el momento en el que salí de la Escuela de Arte Dramático y me enganché a ese tren, a ese bum. Tuve esa suerte. La gente empezó a ver montajes de calidad, actores cada vez más preparados que podían abarcar el canto, la danza y la interpretación a un mismo nivel… Todo eso ha ido creciendo a la par. Los elencos se han hecho más profesionales, mejores, y el público más formado, más crítico y más ávido de este tipo de montajes.