Reencuentro con Víctor Pablo

ANTÓN DE SANTIAGO

CULTURA

20 mar 2017 . Actualizado a las 18:24 h.

El concierto n.º 15 de la Sinfónica de Galicia tenía reservado el podio para Víctor Pablo Pérez, su director honorario y 20 años artífice del extraordinario nivel alcanzado. Monumento sonoro de la ciudad. En programa, dos sugestivas obras de Ravel y Faurè y un estreno de Juan Durán.

Cuando el frágil Maurice Ravel (1875-1937) se puso a hilvanar musicalmente cinco cuentos de hadas, a la música francesa ya le habían otorgado levedad y charme el citado Faurè y Debussy. El mundo de hadas despierta la imaginación de los niños, elevándola al mundo de la fantasía, y, envuelta en música por Ravel en esta Ma mére l’Oye, alcanza decisivas dimensiones feéricas, solo posibles a la música y a genios como él. Encantadora y subyugante.

Se estrenó Troula, de Juan Durán (1960), encargo del propio Víctor Pablo y en la que querían involucrar a las orquestas y coros juvenil e infantil. Troula (Festa) basa su arquitectura sinfónica en temas de la música gallega, del folclore o propias y ajenas, perfectamente combinadas. Emociona cuando los niños cantan al unísono los primeros versos de Rosa de abril y reciben respuesta armonizada de los mayores. Introspección, saudade, alegría y fiesta, con todos los recursos vocales e instrumentales. Las obras sinfónico-vocales de Durán, tras el estreno de la Cantiga Finisterrae al principio del milenio, son Neo-nacionalismo musical galego (¡grandes obras debidas al nacionalismo musical!), necesario para que la universalidad no se desligue del terruño y pase a la nube. Extraordinaria acogida y gran éxito.

Innecesario ponderar la maravilla de resignación y sosiego que hay en el Réquiem de Faurè (1845-1924), pero resulta difícil disociar la idea de lo feérico, de lo onírico de la obra de Ravel y de la ingravidez de la trascendencia. Dedicada a Alberto Zedda con toda justicia y dedicación.

Víctor Pablo: la acogida fue calurosa. Nadie olvida su papel al frente de la OSG. Aportó sapiencia, sensibilidad y efusion. Cuidó la levedad de Ravel, mimó a los jóvenes en la obra de Durán, de la que extrajo las grandes sonoridades y marcó con sentidas gradaciones de hermoso sonido la serena plegaria de Faurè. Magnífica la orquesta en todo y correctos los solistas del Réquiem.