Nada nuevo por Virginia

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

'El nacimiento de una nación' de Nate Parker, es una ópera prima de factura impecable, aunque no es nada que no se haya visto hasta ahora

24 feb 2017 . Actualizado a las 08:31 h.

Si pides algo que no hayas visto sobre el terrible drama de la esclavitud en los Estados Unidos del siglo XIX, sobre todo hasta la guerra de secesión, El nacimiento de una nación te lo va a negar. Aunque a cambio verás una ópera prima de factura impecable -sobre todo, en el conjunto del arte-, dirigida con pericia y apenas nueve millones de dólares, por el guionista, y aquí primer actor, Nate Parker, que se llevó el premio en Sundance 2016. Es el caso real del esclavo negro Nat Turner, metido a predicador por su condición de instruido y que en la Virginia de 1831 lideró una corta pero furiosa rebelión contra los esclavistas blancos, que provocó una carnicería entre los propietarios, aunque entre los suyos derivó en un muy sangrienta represalia. Reciente todavía 12 años de esclavitud (2013), las comparaciones son inevitables, más allá de que el virginiano Parker propone un asunto vinculado a sus propios orígenes históricos, mientras al londinense Steve McQueen, pese a ser también negro, se le notaba un mayor distanciamiento con la Louisiana por donde colocaba su cámara.

En ese aspecto la cinta gana enteros, en su visceralidad. Turner logra transmitir una fuerte sensación de verdad ambiental, más allá de la componente onírica, de esos sueños recurrentes que afectan al protagonista, personaje con un desarrollo bien medido y con una muy aceptable progresión dramática. Incluso es de subrayar la habilidad del guion para ir preparando al espectador sobre una rebelión que se intuye un fracaso para sus promotores, y más allá de que previamente ya sepamos de los hechos reales. Haberla titulado como el clásico de Griffith, de 1915, no exento de polémica por las acusaciones de racista, puede haber sido intencionado, aunque Parker lo haya resumido en su plano final en una elegante transición que va de la lágrima de un niño a ese mismo rostro, ya adulto, con el uniforme de la Unión y un fusil, durante la guerra de secesión.

Lo dicho, nada nuevo, pero en el haber de este debutante sumemos su solvencia narrativa e incluso su intensidad emocional.