«Trumpland», la película exprés de Michael Moore para apoyar a Clinton

b. p. l. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

KENA BETANCUR | AFP

Movistar estrena hoy el documental con el que el cineasta espolea a los abstencionistas

24 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

George Bush. La tenencia de armas en Estados Unidos. El sistema sanitario norteamericano. El historial de Michael Moore como documentalista subversivo y crítico con la realidad social de su país conduce irremediablemente hacia la figura de Donald Trump, el candidato republicano que aspira a conquistar la Casa Blanca. En una misión de urgencia de apenas doce días, Moore ha levantado su último documental, Trumpland, que acabó de montar la semana pasada y que ya se ha estrenado en varias salas de Estados Unidos. Movistar Xtra lo emite hoy, a las 23.05 horas, en España.

Lejos de lo que pueda parecer, el ganador de un Óscar en el 2002 por Bowling for Columbine no despliega en su nueva obra una mirada ácida hacia el político republicano, que ya parece haberse hecho cargo del papel de hacer parodia de sí mismo, sino que escenifica una declaración de amor hacia Hillary Clinton. Él, Moore, que lo había apostado todo a Bernie Sanders como candidato demócrata, se dirige a un auditorio como un monologuista de El club de la comedia para animar al público a decir cosas positivas de la primera mujer candidata a la Casa Blanca.

En un feudo republicano

Grabado este mismo mes durante dos noches en un auditorio de Wilmington, Ohio, uno de los feudos más favorables a Trump, Moore emplea un tono más amable que otras veces para tender un puente entre los partidarios de uno y otro bando presentes en la sala. Solo se permite algunos chistes sobre Trump, como el hecho de disponer a los hispanos en un lugar especial separados por un muro y a los musulmanes, en otro espacio y vigilados por un dron. También ironiza, con su habitual tono satírico, sobre lo que podría hacer Trump si llegara a la presidencia, como bombardear la frontera con México, ordenar registros policiales aleatorios o cambiar la Casa Blanca por su club social de Florida. Pero el tono general del filme no continúa por ese camino.

«Nadie necesita una película que le diga por qué Trump es un gigantesco pedazo de mierda y una persona horrible. Por eso, la gente no ve un documental: ya sabe lo que la película va a decirles», confesaba Michael Moore el pasado jueves antes del estreno gratuito de la película en una sala de Nueva York. Trump es, según sus palabras, «un cóctel molotov humano, una granada lanzada por la ira de la penosa situación del país». Pero su objetivo con esta película no es ridiculizar al multimillonario, sino llegar a los abstencionistas que aún no han definido su voto, aquellos que, sin apoyar a Trump, no acaban de decantarse por la candidata demócrata. A ellos está dirigida una película que es un alegato a favor de una Hillary a la que el cineasta llega a comparar con el papa Francisco, pues asegura que, como el pontífice, lleva muchos años esperando a que llegue su momento y no dudará, a juicio del director, en poner en marcha el idealismo contenido que ha venido albergando desde su juventud. Y si no lo hiciera, advierte Moore, él mismo intentará arrebatarle el sillón presidencial postulándose como candidato en el 2020.