Anita Raja, una traductora napolitana, estaría detrás de la obra de Elena Ferrante

G. Novás REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Un periodista italiano la señala después de investigar propiedades inmobiliarias que no casan con los ingresos propios de su oficio

04 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Como si se tratase de una caso de un fraude millonario a Hacienda, el reportero italiano Claudio Gatti publicó los resultados de su investigación periodística realizada para el diario económico Il Sole 24 Ore de forma simultánea en Frankfurter Allgemeinen Sonntagszeitung (Alemania), The New York Review of Book (Estados Unidos) y Mediapart (Francia). Gatti señala a la traductora napolitana criada en Roma Anita Raja -que ha vertido al italiano a autores de lengua alemana como Kafka, Christa Wolf, los hermanos Grimm, Ingeborg Bachmann, Brecht o Büchner- como la autora que está detrás del seudónimo Elena Ferrante, y su famosa tetralogía. Trató Gatti un asunto de mera protección de intimidad, privacidad, anonimato, como si estuviese ante la ocultación de hechos criminales o un Wikileaks.

Así, descubrió cómo los ingresos de la traductora se fueron incrementando exponencialmente desde que publicó el primer volumen de la tetralogía napolitana (hasta los 7.615.203 euros del 2015). También husmeó sus propiedades inmobiliarias. Cuando su primera novela fue adaptada al cine, Raja adquirió un apartamento de siete habitaciones en una de las zonas más caras de Roma. Un año después, en el 2001, compró una villa en la Toscana. Y, hace apenas unos meses, su esposo, el escritor napolitano Domenico Starmone, se hizo con otro apartamento de once habitaciones no muy lejos del primero.

Ella -que traduce para Edizione E/O, el sello que edita a Ferrante- y él han figurado insistentemente como favoritos en las quinielas sobre la autoría. Starmone hasta fue señalado por un programa de ordenador que cruzó los dos estilos literarios. Sin embargo, este rompecabezas no inquietaba demasiado a los millones de seguidores de la saga napolitana L’amica geniale, que aceptaban el juego del anonimato, como lo aceptan en el caso de Pynchon, quizá el más emblemático de los escritores ocultos. «A los lectores no les interesa la identidad, sino la obra», reprobó Erri de Luca, otro ilustre narrador napolitano, que instó a Sole a invertir sus esfuerzos en identificar a «los grandes evasores fiscales de Italia».