Viaje al interior del pazo de Meirás

RODRI GARCÍA A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Marcos Míguez

Expertos en la vida y la obra de Emilia Pardo Bazán recorrieron la que fue casa de la condesa y hoy es pazo de los Franco pero conserva numerosos vestigios de la escritora

17 sep 2016 . Actualizado a las 12:07 h.

«Lo que me detiene aquí es la necesidad de dirigir el ornato de mi torre, que este año (loado sea Dios) se termina». Esto escribía Emilia Pardo Bazán a su amiga Blanca de los Ríos en julio de 1903. Estaba entonces la escritora inmersa («Vivimos entre virutas, cal y ladrillo») en la construcción de las torres de Meirás, en el municipio coruñés de Sada, que había iniciado nueve años antes. Lo recordaba ayer el guarda de las instalaciones, Carlos Villaca, durante un viaje a la historia en el que guió a un grupo de estudiosos de la vida y la obra de Pardo Bazán. La visita fue promovida por la casa museo de la escritora y entre los asistentes estaba la directora de la misma, Xulia Santiso, el presidente de la Academia Galega, Xesús Alonso Montero, personal de ambas instituciones, escritores y personas interesadas en la arquitectura y la historia de las torres.

«¿Cómo hace para cultivar esa buganvilla? Está espectacular», preguntaba uno de los visitantes al guía en la entrada principal y resumía así la primera impresión de los invitados: el llamativo cuidado de unas edificaciones y su entorno en los que siguen vivas las huellas de la escritora. «Habrán visto una foto en la que aparece la condesa Pardo Bazán delante de una fuente; pues es esta», corroboraba el guía.

La primera parada fue en la capilla, que se estrenó con la boda de Blanca, la hija de la gran narradora naturalista. Además del retablo que la condesa se había llevado del pazo de Uxes -«es de castaño», detallaba el guía respondiendo a la pregunta del escritor Manuel Rivas-, en la capilla destaca un impresionante sarcófago en un lateral. «Encargó su construcción porque es donde ella quería ser enterrada, pero como se murió en Madrid allí se quedó». También llamó la atención sobre otros detalles como la figura de San Francisco del centro del retablo, «al que le profesaba especial devoción». Las piezas que ocupan los flancos del retablo «las puso Franco».

Durante el recorrido, Alonso Montero insistió en establecer un matiz: no se trata de un pazo, «tal e como lle dixeron a Franco; son as torres de Meirás». Ya en la entrada principal, al final de la escalinata de honor, confluyen las huellas de las dos familias que habitaron el lugar. En la parte superior hay una vidriera con todos los apellidos de la familia de la escritora y debajo, un busto y el escudo de Franco. «Había otro más grande, pero después del incendio lo robaron», explicaba el guía. Dicho incendio ocurrió en 1978 y sus efectos aún perduran, ya que el comedor, una de las partes afectadas, «ahora no tiene nada histórico y por eso no se visita». También una parte de la biblioteca resultó dañada por el humo.

Los especialistas de la RAG y la casa museo apuntaban que las estanterías de la parte de abajo de la librería están ocupadas por volúmenes que formaban parte de la biblioteca de la escritora. En una de las torres, aunque «un poco chamuscados», quedan más libros que fueron de la condesa. «¿Dónde está el balcón de las musas?», preguntaba un visitante. Y el guía señala la fachada donde sobresale, y también el lugar donde están grabados los títulos de algunas de sus obras (Insolación, Bucólica y San Francisco de Asís) o su lema favorito Contra viento y marea. La memoria de la escritora sigue muy presente.