«La obligación de todo artista es la transgresión, no la corrección política»

Serxio González Souto
SERXIO GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

La banda asturiana está de vuelta con «La Vida Es Fuego», un título ideal para ser servido el sábado en Cultura Quente

24 jun 2016 . Actualizado a las 13:23 h.

Por alguna razón, Jorge Martínez echó sus Ilegales a dormir en el 2011 y buscó otro nombre. La siesta ha terminado. Los asturianos son uno de los platos fuertes del festival Cultura Quente, que arranca mañana en la carballeira de Caldas. La Vida Es Fuego, su nueva colección de feroces canciones, demuestra que sigue teniendo tan pocos pelos en la lengua como en lo alto de la azotea.

-A muchos, como el que pregunta, Ilegales les ha estropeado convenientemente la cabeza. Lo cual es muy de agradecer.

-Estoy seguro de que tu cabeza se ha dañado menos que la de los fans de Mecano. No hay por qué preocuparse, camarada.

-Vamos a ello, entonces. Parafraseando uno de sus temas, ¿vuelven Ilegales porque vuelven los problemas o los problemas vuelven porque vuelven Ilegales?

-Ambas cosas. Ilegales es la banda adecuada para el momento histórico que vivimos, pero sobre todo han irrumpido, con fuerza, una colección de canciones inevitables y urgentes que tenían que salir al aire.

-Una de ellas sentencia que el bar es la verdadera patria con la que puedes contar. ¿Queda algo en lo que creer ahora que vemos todos los días a rusos e ingleses partiéndose la cara?

-El bar es una patria irrenunciable para muchas culturas. Probablemente la más internacional que existe. Desconfío de todas las banderas, pero el bar ha tenido una gran proyección histórica a través de los tiempos. En él se han fraguado conspiraciones, revoluciones y movimientos artísticos completos, sin descontar el enorme número de parejas que se conocen cada día en el bar.

-La verdad es que muchas de las cuestiones que abordaban las grandes bandas que lo petaron en los 80 siguen plenamente vigentes. Inquietante, ¿no? ¿Vivimos un eterno día de la marmota?

-En los últimos tiempos, probablemente por moda o simple cobardía, las bandas hacen grandes esfuerzos por ser políticamente correctas. Esto funciona en detrimento de las libertades de todo un pueblo. La obligación de todo artista es la transgresión. No solo para ampliar libertades, sino para evitar que se contraigan. Tal vez tengamos parte de culpa en la instauración de las leyes tan tremendamente represivas que estamos padeciendo. Creo que Ilegales siempre se han mantenido razonablemente reivindicativos sin caer en lo panfletario.

-Al fin y al cabo es una constante fuente de inspiración.

-Más bien de indignación. La agresión diaria que padecemos es tan descarada y fuerte que resulta difícil controlar los más primitivos y atávicos instintos de supervivencia y uno acaba lleno de deseos feroces.

-Cualquiera que peine cuarenta canas podría cantar el estribillo de «Soy Un Macarra», pero «Heil Hitler» hizo más ruido. ¿Alguna vez le ha cansado tanto que le pregunten por este tema que haya deseado no haberlo escrito?

-No, por alguna razón soy incansable. No sé muy bien lo que me mantiene. Probablemente es que, simplemente, tengo la mayor parte de la razón.

-En algún lado he leído o escuchado que conoció a Íñigo Ayestarán, el primer bajista de Ilegales, en una pelea.

-Íñigo murió en 1987, pero a pesar del tiempo transcurrido sigo echándolo de menos y es uno de mis fantasmas más queridos. Quien ha muerto muy recientemente de manera repentina es Alejandro Blanco, que tocaba el bajo en Ilegales desde hace 23 años. Entró con veinte años recién cumplidos, lo vi crecer. Todavía no puedo creerlo del todo y mantengo la sensación de que aparecerá en cualquier momento. Contamos con Willi para defender la posición del bajo. Willi ya había grabado cinco discos con Ilegales y es alguien de la casa. Hemos formado un núcleo muy duro a raíz de los últimos acontecimientos. No nos permitimos ni un fallo. Es como si fuese «Ilegales contra la desgracia».

-Una última cosa. Cultura Quente se celebra en una carballeira, a orillas del río Umia. ¿No teme que con conciertos como este le acaben gustando los hippies?

-Llevo una dieta alimenticia amplia, aunque no demasiado sana. Pero eso del canibalismo es demasiado para mí. Me niego a comer hippies. Ahora en serio, el espacio natural en el que está situado Cultura Quente me parece el mejor marco para casi cualquier tipo de música. Probablemente es mejor perderse en los bosques, después de un concierto, que por los bares.

-Gracias por su música, pues, y que sigan tocando ustedes tan mal como los Rolling Stones.

-Encantado de divertirme un poco con esta entrevista, pero me temo que nunca conseguiremos tocar tan mal como los Rolling Stones. ¡Salud!