Miguel Falomir: «El maestro Mateo es el escultor más grande que jamás ha habido en España»

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

El Prado proyecta albergar este mismo año una exposición con la obra exenta y original del autor del pórtico de la Gloria

18 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Apenas lleva unos meses en el cargo de director adjunto del museo del Prado, al que llegó para sustituir a Gabriele Finaldi, ahora responsable de la National Gallery de Londres. Miguel Falomir (Valencia, 1966) está hoy en Santiago, donde, de la mano de la Fundación Barrié, ofrece a las 20 horas una conferencia en la Facultad de Geografía e Historia, Génesis veneciano: de Adán a Noé. En Compostela está el eje de uno de sus próximos retos.

-Puede avanzar algo sobre la exposición del maestro Mateo.

-Vinieron desde Santiago, nos mostraron [la Academia Galega de Belas Artes] el proyecto y nos pareció interesantísimo. El maestro Mateo es probablemente el escultor más importante que jamás ha habido en España. Brindamos nuestra disponibilidad a acoger la exposición. Creo que va a suceder, pero está pendiente fijar el calendario y demás. Es una oportunidad irrepetible, ya que es una parte que no está bien representada en el Prado, y que lo estará así en el máximo nivel.

-¿Qué tamaño tendrá la muestra?

-La exposición es forzosamente reducida, porque es solo de obra exenta. Estamos hablando de un máximo de una decena de obras.

-¿No habrá reproducciones?

-No. La idea es mostrar los originales. Las reproducciones palidecerían a su lado. Si somos capaces de mostrar diez esculturas del maestro Mateo, yo soy el hombre más feliz del mundo.

-¿No podría dar una fecha?

-Está todo pendiente, pero la idea es que sea durante este año.

-Relevar a Gabriele Finaldi, con su prestigio, ¿es desafío o carga?

-De una forma egoísta, se podía pensar que si lo hubiera hecho mal tienes más oportunidades tú de hacerlo bien, pero heredas un desastre. Gabriel lo hizo muy bien, y yo me beneficio de ello. Pero somos personas bastante distintas, y cada uno, supongo, imprime su sello a esta actividad.

-¿Cómo rejuvenecer el público de un museo de arte clásico?

-En general, el público de los museos está por encima de los 40 años. Hay que hacer una distinción en museos de asistencia masiva como el Prado. Una cosa es el turista, un 50% de los visitantes, y que es un público más variado. Otra es el que viene con cierta asiduidad, al que gusta el arte, y ahí sí notamos un envejecimiento. Hay que insistir con la educación, que en los museos españoles es algo nuevo, comenzó hace 25 años; en los anglosajones llevan 70. Esa labor es una especie de lluvia fina que va calando. Pero no solo debemos ampliar el espectro de edades, sino también el social. No nos engañemos, el visitante de los museos tiende a ser de clase media e incluso media alta.

-Si tuviera que vender que la pintura clásica sirve para entender el mundo de hoy, ¿qué diría?

-Si uno piensa en esta crisis tan tremenda, o en conflictos como los de Oriente Medio, no conozco a un artista contemporáneo que se plantee la violencia del mundo actual de forma más elocuente que lo que puedan ser Los desastres de la guerra de Goya.

-Rechazar solo las atribuciones del Bosco que no favorecen al Prado, parece un poco interesado, ¿no?

-No hay cerrazón alguna a aceptar cambios de atribución si están razonados. Nosotros mismos lo hicimos con El coloso de Goya, cuando fuera la mantienen. En los boscos no hemos encontrado argumentos convincentes. Como hay que contestar a esas opiniones será a través del catálogo de la exposición del Bosco que inauguraremos el 30 de mayo. Empecinarse en el error no ayuda a nadie, pero tampoco puedes aceptar cualquier cosa.

«Nuestro museo no debe entrar en competiciones de elefantiasis»

Como dijo un viajero francés -evoca Falomir-, el Prado es un museo más de pintores que de pinturas. «De lo que hay hay más que en ningún otro, pero también tiene -dice- clamorosas lagunas».

-¿Qué es lo que hace irrepetible al Prado en el mundo?

-Cómo está hecho. Lo que se hizo en 1819 fue coger la antigua colección real y ponerla en el museo. No hubo ese afán enciclopédico que pueden tener otros como la National Gallery de Londres, que intenta explicar cómo ha sido la pintura europea desde Giotto hasta el siglo XX. Es un museo hecho más con la pasión que con el cerebro. Los reyes de los siglos XVI y XVII no pensaban en la historia del arte, coleccionaban todas las obras que podían de los pintores que les gustaban. Gustaba Goya, y hay 200 goyas. Gustaba Tiziano, y hay 45, la colección más grande del mundo.

-El claustro de los Jerónimos fue clave en la transformación del Prado, ¿cómo seguir creciendo?

-Nuestro museo no debe entrar en competiciones de elefantiasis. Tiene unas 3.000 obras en el almacén y otras tantas depositadas en otros museos, pero no hay ninguna voluntad de mostrarlas todas porque muchas no tienen calidad suficiente. De entre ellas, sí hay 300, como mucho, que deberían exponerse. Y eso puede resolverlo la incorporación del Salón de Reinos. Más allá de eso, el Prado no tiene por qué caer en delirio alguno de expansión.

-¿La franquicia no se plantea?

-No. Para nada. Una de las cosas agradables que tiene el Prado es su tamaño, el que se pueda visitar en un día y tenga una calidad media de obras muy elevada.