Forenses de la pintura

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CULTURA

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La atribución de una nueva obra y la retirada de la autoría de otras tres a El Bosco ponen el foco sobre los métodos para identificar el trabajo de los grandes artistas

08 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Este año se conmemora el quinto centenario de la muerte de El Bosco, uno de los pintores más originales e influyentes de la historia del arte occidental, reuniendo la mayoría de sus obras en una magna exposición que por su excepcionalidad requiere de un catálogo razonado que no solo inventaríe la totalidad de su producción, sino que incluso analice en sus más pequeños detalles cada una de las piezas y revise su verificación. La labor fue encomendada a un comité de expertos internacionales, especialistas en pintura holandesa, que velando por la autenticidad de las creaciones ha llegado a la conclusión de que La extracción de la piedra de la locura, Las tentaciones de San Antonio Abad y La mesa de los pecados capitales, cuadros del Museo del Prado, no están pintados por el maestro sino por alguno de sus discípulos. La misma comisión ha autentificado, en cambio, El jardín de las delicias, La adoración de los Magos y El carro de heno, también propiedad de la institución madrileña. Como era de esperar, desde El Prado rechazan el estudio alegando falta de rigurosidad e intereses encubiertos.

La polémica, que no ha hecho más que empezar, se ha vivido ya con otras pinturas de artistas como Leonardo da Vinci, Caravaggio, Vermeer, Goya, Picasso o Pollock. Hay que entender que durante décadas la expertización de obras estuvo sometida únicamente a criterios de historiadores del arte que con juicios basados en métodos de observación y elementos estilísticos y documentales refrendaban o negaban la autoría de una obra. Con este método, apoyado en el testimonio de Vasari, se comprobó, por ejemplo, la clara colaboración del joven Leonardo en el cuadro de El bautismo de Cristo de Verrocchio, su maestro. Pero, con la misma facilidad, una pintura como La cena de Emaús realizada por el copista Han van Meegeren pasó durante algún tiempo como obra de Vermeer.

Peritaje minucioso

En la actualidad este tipo de interpretación en solitario se considera poco fiable y hace pensar que en algún caso, cuando se produce, responde más a querencias crematísticas que a otra cosa. Hoy en día es posible recurrir a sofisticadas técnicas, que reflejan de manera fehaciente la datación de la obra y, en definitiva, la atribución a un determinado autor. La metodología de trabajo es propia de auténticos forenses que a través de un peritaje minucioso descubren bajo la superficie esos secretos que han quedado ocultos a simple vista: dibujos inacabados, arrepentimientos, firmas, fechas? Llegan incluso a bucear en la composición de los pigmentos, el tipo de pinceles utilizados, los distintos mantos de color, las señales de envejecimiento o en definir las restauraciones y repintes posteriores.

La radiografía convencional, la reflectografía infrarroja, el análisis espectroscópico, la dendrocronología (que ayuda a datar la madera) o, lo más novedoso, las ondas THZ, mejoran, hasta límites impensables hace solo unos años, la información sobre el soporte utilizado o las distintas capas que viven tras la pintura superficial. Es una meticulosa disección en la que asimismo intervienen las imágenes digitales, con las que, entre otros casos, fue posible dar por bueno el autorretrato de Rembrandt del Museo Thyssen de Madrid.

La obra de El Bosco se sitúa en el puente de entrada al Renacimiento, con una sobrecarga importante todavía del ideal medieval. Sus asustadas figuras, sus demonios, sus descabellados animales y su enorme imaginación para inventarse el Infierno hicieron de él un pintor único. Parte de ese mundo enmarañadamente surrealista se encuentra hoy en el Museo del Prado, una institución del que se espera ahora la respuesta argumentada a la decisión de la Bosch Research and Conservation Project, el comité de técnicos que supervisan la exposición que se podrá ver este año también en Madrid.