Din Matamoro añade magia a la Academia de Belas Artes

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

CULTURA

Oscar Vazquez

El pleno se desplazó a Vigo para el acto de ingreso del artista

29 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Pintar es una cosa muy seria. La pintura es una manera digna de estar en el mundo, un oficio que te hace libre y te proporciona muchos momentos felices, pero no es la felicidad que da el dinero, es una felicidad que salva». Así comenzaba su discurso de ingreso en la Real Academia Galega de Belas Artes el artista vigués Din Matamoro. Con este motivo, el plenario que lo eligió por mayoría absoluta, tomó ayer el camino del sur para llevar hasta Vigo una versión menos encorsetada, plegable y ocasional de la institución con sede en A Coruña que, como dijo su presidente, Quintana Martelo, vive tiempos nuevos en los que trata de hacer más visible su actividad.

Matamoro, abriendo puertas para que entre el aire fresco nada más llegar, eligió el Museo de Arte Contemporáneo vigués para iniciar su andadura en la sesión extraordinaria púbica de la academia. El auditorio se quedó pequeño para albergar a los cientos de personas que se acercaron al auditorio del Marco para escucharle. Es uno de esos artistas que viven en su mundo, una personalidad original y sorprendente, de las que se les coge cariño enseguida.

Y su discurso como académico electo de la sección de pintura y grabado, cubriendo la vacante, por fallecimiento, de la pintora coruñesa María del Villar Mateo de Arenaza, estuvo acorde con esa percepción.

Pinceladas de humor

En su alocución plagada de pinceladas de humor, el pintor repasó su vida, desde el descubrimiento de su amor por el dibujo, hasta sus años como estudiante, sus primeros pasos en el mundillo artístico, sus etapas creativas y personales o su fijación con el Museo del Prado, donde pasó horas admirando un cuadro de Tiziano confesando su enamoramiento por la Venus de uno de sus cuadros. También aprovechó para revelar su pasión por el cine y las bandas sonoras, agradecer a sus padres su apoyo «en esta idea peregrina que es ser artista plástico», así como a su mujer y a sus hijas, a las que animó «a ser constantes y observar la naturaleza, a crecer con el arte, con la música, porque algún día, sin duda, todo eso les salvará la vida».

Din Matamoro fue contestado, en nombre de la institución, por el académico numerario Miguel Fernández-Cid, que confesó vivir «un día que pensaba nunca iba a ver: la entrada en la academia de un antiacadémico» y le recordó «lo difícil que es alcanzar el respeto de los colegas, y tú lo tienes», aseguró al vigués añadiendo que «contigo entra un mago en la academia, alguien capaz de transformarlo todo en imágenes vivas y en alegría, un caso especial de artista que transmite vida, jovialidad y ánimo positivo».