«El cine es el arte de la acción, la literatura explora la reflexión»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

benito ordoñez

El director publica una novela mientras afronta nuevos proyectos fílmicos

01 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres años después de dirigir a Robert De Niro y Sigourney Weaver en Luces rojas, Rodrigo Cortés (Pazos Ermos, Ourense, 1973) prosigue su prolífica actividad: director de cortos y anuncios, productor de largos, escritor de guiones, novelas y aforismos. Se ha anunciado que próximamente dirigirá en Estados Unidos Down a Dark Hall, una adaptación de Lois Duncan, aunque prefiere no dar muchos detalles: «Está en proceso de desarrollo y las cosas van bien. Está cerrándose el guion, que ha sufrido una larga evolución desde que el primer borrador cayó en mis manos. Siempre hay que jugar con dos o tres pelotas en paralelo, y no hay que confundir los proyectos con películas, así que veremos cuál es la primera pelota que da en la diana, nunca hay que dar nada por hecho». Su novela Sí importa el modo en que un hombre se hunde (Delirio) comparte ADN con su filme Concursante.

-Habitualmente una historia adopta primero la forma de un libro y después de una película, o viceversa. En este caso, la de Martín Circo Martín se desarrolló paralelamente en ambos formatos. ¿Cómo fue ese proceso?

-Extraño. Y sorprendentemente natural. Todo comenzó con una versión torrencial del primer borrador de guion de Concursante: casi 200 páginas en lugar de las 90 que la ley exige [risas]. Mientras cursaba las sucesivas reescrituras del guion, eliminando personajes, comprimiendo o eliminando pasajes, cambiando la dirección de muchas de sus ideas, rehaciendo el segundo acto..., comencé a desarrollar, en paralelo, una novela que hacía menos gravosa la poda. Película y novela comparten ADN, pero sus lenguajes y recursos son muy diferentes: el libro es una obra autónoma, no la novelización de una película.

-¿Qué diferencias encuentra entre literatura y cine y qué ventajas o inconvenientes tienen uno frente al otro en su caso?

-El cine es el arte de la acción, la literatura explora la reflexión. En una película, los personajes se definen a través de lo que hacen, mientras que en la literatura es más importante lo que sienten y piensan. El cine tiene un enorme poder de penetración, es una disciplina muy directa y poderosa, perfecta, por ejemplo, para la divulgación de ideas. La literatura, en cambio, trabaja más con las resonancias y en ella es posible la profundización, casi imposible en el cine. En mi caso particular, la película, Concursante, resulta más eléctrica y física: es la vagoneta de una montaña rusa a punto de descarrilar. Se dirige a la razón, pero también al inconsciente. La novela, Sí importa el modo en que un hombre se hunde, introduce al lector de forma más profunda en el cerebro en fuga de Martín Circo Martín, su protagonista, permitiendo conocer muy de cerca su caótica oscuridad, su irresponsabilidad, y resulta, de alguna manera, más cruel y más divertida.

-«Concursante» anticipaba de algún modo la consecuencias negativas de un sistema económico. Cuando estalló la burbuja, ¿tuvo la tentación de decir «ya os advertí»? ¿Cómo lo vivió?

-Claro que no, no soy Simón el estilita [risas]. Y no hice una labor de adivinación, sino de unión de puntos. Cuando se estrenó la película, fueron muchos los que se burlaron de sus planteamientos, por razones, en realidad, muy naturales. Cuando todo estalló, todos adquirimos en un segundo el vocabulario necesario para hablar de conceptos que hasta entonces no existían.

-El filme se rodó en parte en Galicia y con actores y equipo gallegos. ¿Cómo recuerda esos días?

-Fueron los últimos días de rodaje, y lo pasamos particularmente bien. Uno de los días tuvimos la oportunidad de rodar la escena crucial de la película (una peculiar partida de ajedrez en que se define el principio de generación del dinero a partir de la deuda), en acantilados coruñeses, en pleno diciembre. El día fue excepcionalmente despejado, cálido y sin viento. Algún dios local veló por nosotros [risas].

-En un año puede escribir dos libros, un guion, producir una película, rodar publicidad... ¿Cómo encaja todo ese ritmo y cómo se complementan esas facetas?

-Son facetas diferentes que se articulan, sí, a través de lenguajes muy diferentes. Pero todas consisten en narrar: una idea, un concepto, una historia... Cada una de ellas tiene exigencias y particularidades muy diferentes, y objetivos muy diversos, pero disfruto mucho en todas ellas (creo que estoy genéticamente incapacitado para hacer algo que no quiera hacer). La escritura es un acto de generación libérrima y sin interferencias, una ceremonia muy íntima de creación; la publicidad te permite disfrutar de la prisa, de la presión, de la necesidad de ser resolutivo, claro, creativo y eficiente; el cine conjuga la expresión personal con la gestión de un ejército en una guerra sin cuartel, y exige desarrollar, no solo el pretendido talento, sino la resistencia y el carácter... Cada disciplina te ayuda a crecer y a conocer mejor tus carencias.

-Este verano hemos visto tres anuncios de cerveza rodados por otros tantos cineastas de prestigio, incluido usted.

-El verano es la época en que las grandes cerveceras echan el resto en sus campañas anuales, es cuando lanzan sus anuncios estrella, pero es curioso que las tres grandes hayan coincidido en llamar a cineastas, tienes razón. Disfruté mucho con la apuesta que tuve la oportunidad de dirigir, con creatividad de Shackleton: una invasión interplanetaria a escala global con gigantescas naves nodrizas sembrando el caos en Nueva York, Río de Janeiro, París, arrojando sus alargadas sombras sobre los aterrorizados terrícolas... Hasta que, cuando una de ellas sobrevuela Sevilla (azotada, como cada verano, por el calor), su sombra es recibida con alborozo por sus aliviados habitantes. Disfruté mucho jugando con los códigos de películas espectáculo como Independence Day o, para ser más precisos en términos estilísticos, el cine de Michael Bay.

-Por último, ¿qué le ha parecido el robo del cráneo de Munau?

-Personalmente, si fuera el ladrón, intentaría no quedarme a solas con esa calavera. Al menos de noche [risas]