Aranda, el cineasta de las pasiones que más y mejor rodó las novelas de Marsé

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

BENITO ORDÓÑEZ

Fallece a los 88 años, dejando tras él 45 años de carrera de primer nivel

27 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Grandes actrices como Victoria Abril y Maribel Verdú le deben buena parte de la relevancia de sus trayectorias artísticas, aunque él, con su talante discreto, con su modestia de viejo cascarrabias, nunca se atribuyese demasiado mérito más allá del trabajo (eso sí, hecho de una manera obsesiva). Ayer, después de algunos años sufriendo los efectos de la enfermedad de Párkinson, murió Vicente Aranda, a los 88 años, dejando tras él 45 años de carrera como director cinematográfico de primer nivel. Fue uno de los miembros de mayor prestigio de la Escuela de Cine de Barcelona de los años sesenta, uno de los cineastas que mejor indagó en las pasiones del hombre y el que más y mejor rodó las narraciones de Juan Marsé, desde La muchacha de las bragas de oro (1979) hasta Canciones de amor en Lolita?s Club (2007), pasando por El amante bilingüe (1992) o Si te dicen que caí (1989). Era especialmente proclive a la adaptación de novelas, ya que, con cierta ironía, consideraba que el llevar una bajo el brazo facilitaba involucrar al productor en la empresa de la filmación: les tranquiliza saber que, en medio de las incertidumbres del rodaje, hay una guía, un objetivo, decía. Así fue como sacó adelante también adaptaciones de títulos de escritores como Manuel Vázquez Montalbán (Asesinato en el Comité Central, 1981), Andreu Martín (Fanny Pelopaja, 1984), Luis Martín Santos (Tiempo de silencio, 1986), Eleuterio Sánchez (El Lute I y II, 1987-1988), Antonio Gala (La pasión turca, 1994), Fernando Delgado (La mirada del otro, 1997), Prosper Mérimée (Carmen, 2003), Joanot Martorell (Tirante el Blanco, 2006) o Mempo Giardinelli (Luna caliente, 2009, que fue su última película).

Sin embargo, quizá porque la de escritor fue su gran vocación frustrada -eso le gustaba decir-, Aranda participó en la mayoría de la adaptaciones de las novelas que filmó y también en los guiones originales que trabajó, como Amantes, Juana la Loca o Libertarias, y en los primeros proyectos se apoyó en otros escritores como Román Gubern, Gonzalo Suárez (otro cineasta con ansias literarias) o Antonio Rabinad. Joaquim Jordà, Antonio Larreta o Álvaro del Amo fueron algunos de sus coguionistas predilectos, aunque siempre desconfió de la calidad de los integrantes de este gremio en España. En todo caso, lo que siempre pesa en las películas de Aranda es una historia, hay un cierto gusto por el realismo y la narración en su ideario, y eso a veces se vuelve contra él, en cuanto que el guion adolece de falta de fluidez precisamente por excesivamente literario. Desde sus inicios jugó con el exitoso ingrediente de «señora enseña carne», y, para bien o para mal, el erotismo, las pasiones humanas, el sexo se incorporaron de una forma definitiva a su sello personal.

Y pese a sus problemas con los productores, nombres como Pedro Costa o Andrés Vicente Gómez fueron claves en su carrera. Con Costa rodó Aranda para la serie de TVE La huella del crimen el excelente episodio El crimen del capitán Sánchez -que supuso el debut de una jovencísima Maribel Verdú- y ambos también pelearon con la corporación pública para llevar Amantes más allá del mero episodio y convertirlo en uno de los filmes más importantes de la historia del cine español. Por esta obra, el realizador catalán obtuvo el Goya al mejor director en 1992 (también se llevó el de mejor película). Ya en 1988 había recibido el Premio Nacional de Cinematografía.