La Voz visita en Londres el estudio de la artista gallega, que el 18 de febrero trae a la Fundación Luis Seoane «Escombros», muestra que habla del abandono de basura en el mar y de los inmigrantes
01 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La artista gallega Ángela de la Cruz (1965) vive un gran momento. No solo forma parte de una exposición colectiva en Londres, sino que además prepara varias individuales para los próximos meses. Una de las más especiales es la que abrirá sus puertas en su casa, en A Coruña, con obras casi nunca mostradas en España. De la mano de la comisaria catalana Carolina Grau, Escombros hablará de la basura flotante que el mar trae y lleva. El lugar elegido es la Fundación Luis Seoane, donde 17 de sus creaciones podrán ser contempladas del 18 de febrero hasta el 24 de mayo.
«Esos escombros flotantes son una metáfora que refleja no solo el cambio climático, sino también los movimientos migratorios y la gente que viene del mar. En especial hace referencia a un sitio como España y a la llegada de inmigrantes en pateras al Estrecho. Los escombros no son de nadie y esas personas parecen lo mismo», cuenta De la Cruz en una entrevista concedida en su estudio inglés, donde lamenta que a veces muchos no llegan a tierra firme. El mar está muy presente en su obra y también una referencia clara al matriarcado en Galicia. «En especial la brutalidad de las mujeres que son tan fuertes», dice para evocar como en los años 80 leyó en La Voz cómo una mariscadora de un mordisco le arrancó un dedo a otra en una pelea en un puerto gallego.
El color juega un importante rol en su trabajo. Y en Escombros no podía ser menos, pues reúne, exclusivamente, obras en blanco y en marrón. «Sin duda, se trata de la exposición más esperada del arte gallego actual y una de las más significativas de las programadas para el 2015 en España», dice David Barro, director de la Luis Seoane, para quien contar con ella supone un hito en su programa y en la historia del arte contemporáneo en A Coruña.
Barro va más allá: «Estamos ante una artista con obras bellas y violentas, que obedecen a un discurso sólido, filosófico, pero también vital y autobiográfico en su relación con la realidad», y una obra abstracta en que están presentes «ecos de la cultura española, desde Buñuel a Goya, pasando por Valle o Almodóvar; pero también de pensadores como Nietzsche, Bataille o Derrida. Esos escombros que deja la historia del arte la han convertido en figura clave de la escena internacional».
Mientras, De la Cruz está presente en Londres, hasta el 6 de abril, en la galería Whitechapel en la exposición Adventures of the Black Square: Arte abstracto y Sociedad 1915-2015, que hace un repaso de la abstracción geométrica.
Y en Madrid, Helga de Alvear acaba de cerrar la segunda exposición individual de la artista con la muestra Traspasos. En ella desvinculó la pared del lienzo para que el muro sirviese de punto de apoyo a las obras, y el suelo ejerciese de base de lo que podría haber sido una pintura, si bien el producto final fue una escultura.
Meses en coma
Sin embargo, Escombros tiene un significado aún más profundo para la artista. Es una especie de retrospectiva de sus trabajos desde el 2009, año en el que podría decirse que volvió a nacer, ya que regresó a trabajar físicamente en su estudio después de estar varios meses en coma tras una hemorragia cerebral. Las secuelas son palpables, ya que su expresión oral y su movilidad se vieron golpeadas, pero no han impedido que De la Cruz siga creando a gran nivel. «Nunca pensé que no podría volver a trabajar en esto. Si no hago arte, ¿qué puedo hacer?», reconoce con modestia.
De la Cruz se hallaba en su estudio cuando tuvo el accidente cerebrovascular. Estaba embarazada de dos meses y dio a luz por cesárea a una niña que hoy tiene casi 9 años. Ahora organiza su trabajo en función de las vacaciones escolares para que su hija pueda ir a las inauguraciones. «No la vamos a dejar sola cinco días», dice. Apenas llevaba un año de vuelta, en el 2010, cuando expuso Después en Camden y no solo se convirtió en su primera muestra individual en el Reino Unido sino que con ella tuvo su nominación al prestigioso Turner, el premio más controvertido del arte contemporáneo, que le llegó por sorpresa. El jurado elogió su visión de «el bastidor como una extensión del cuerpo».
«Yo ya no vuelvo» a Galicia, dice, aunque echa de menos la comida
El prestigioso crítico de arte británico Adrian Searle explica que cuando conoció a De la Cruz le fue difícil diferenciar en su estudio, «tan pequeño y desordenado, dónde comenzaba y dónde terminaba su trabajo». Searle ve su labor como un juego sobre la locura de la pintura y también como una especie de autorretrato, por lo que estima que De la Cruz y su obra nunca están separadas, sino que «se sienten siempre como una sola pieza».
La artista, considerada la gallega más internacional del momento, derrocha optimismo y sonrisa contagiosa. Se preocupa de cada mínimo detalle y de que las seis personas que forman su equipo estén cómodas. Se siente afortunada por llevar casi 27 años con su pareja, Gerry, a quien conoció en su primera semana en Londres, donde vive desde finales de los 80 y reconoce su hogar, por la diversidad de gente y la amplia oferta cultural en áreas como el cine y el teatro. Sin embargo, De la Cruz admite que echa de menos un bocata de calamares, el pulpo y toda la comida gallega.
«Yo ya me quedo aquí, ya no vuelvo -añade-. Llegué a Londres porque todos mis amigos se venían a trabajar aquí y porque me encantaba la música y la moda», explica De la Cruz. Eran los años 80 y estaba Thatcher en el poder. «Muchas tiendas estaban cerradas y la gente estaba harta, como hoy en Grecia», recuerda.
De la Cruz había estudiado Filosofía en Santiago, pero quería dedicarse era el arte, pese a la oposición familiar. Y en Londres lo hizo. Estudió en la Escuela de Arte de Chelsea y Bellas Artes en el Goldsmiths College. Fue una época en la que empezó a romper los bastidores de los cuadros «para liberarlos de los límites de ese soporte». Después completó su formación en Escultura y Teoría Crítica en la Slade School of Art.
En Londres la representa desde hace años la galería Lisson, una de las más prestigiosas del mundo y que se encarga del trabajo de artistas como el chino Ai Weiwei y el japonés Tatsuo Miyajima. Para Lisson, De la Cruz rompe convenciones para dar rienda suelta al espacio tridimensional y sus obras parecen imitar aspectos de la conducta humana o estados de ánimo. «En el momento en que atravieso el lienzo me deshago de la grandiosidad de la pintura», explica la artista.