Pablo Fidalgo, la historia de una obsesión por la palabra

CULTURA

El poeta vigués es una de las voces más interesantes del año con su obra de debut, «La educación física»

20 ene 2011 . Actualizado a las 12:29 h.

La educación física (Pre-textos, 2010) es el primer libro de poemas de Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984). Desde su publicación ha sido distinguido como uno de los mejores libros de poesía recientes. Fidalgo reside en Madrid, donde ha despegado como autor. «Me fui a Madrid esperando ver otra forma de hacer las cosas. Una vez allí pude, en el exilio, reencontrarme y entender Vigo, Galicia, el paisaje de mi infancia, mi casa, mi familia. La educación física, estoy convencido, es un libro atlántico, que busca la luz entre la niebla, el mar de Corrubedo, las últimas orillas. Es el principio de mi regreso. Decía Héctor Tizón que la vida de un hombre es un largo paseo alrededor de su casa», recuerda. Su poemario de debut ha sorprendido en los círculos literarios, quizás por su descarnada materia. «Me interesaba contar quién soy, exponerme, como decía Pasolini, arrojar mi cuerpo a la lucha, con plena conciencia de ello. Y lo que me importa es la experiencia del lenguaje. Yo no creo que la poesía pueda ser anécdota, crónica, ni información. Lo que sí siento es una pertenencia fuerte a mi casa, al colegio, a mis amigos, al paisaje de mi infancia», asegura.

El autor vive obsesionado «con unas cuantas palabras y unos cuantos cuerpos en los que creo que está todo. Y tengo la intuición de que si esto le ocurriera a todo el mundo las cosas irían mejor. Mi libro es la historia de una obsesión», resume.

En cuanto a su juventud, que choca antagónicamente contra una época digital en la que la poesía no se enchufa, no se descarga y no se consume rápido, opina que, al contrario, «hay una necesidad mayor en alguna gente de volver al teatro, a la poesía, a lo esencial, a una idea de la pureza. Existe mucha gente joven viva, preparada, que está intentando hacer que la poesía vuelva a vivir, salga a la calle. Hay que tener cuidado al hacer eso, pero se puede hacer bien, como lo hace Carlos Oroza», sugiere.