¿De verdad añoras las discotecas de tarde?

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

SADA

10 jun 2016 . Actualizado a las 08:12 h.

Lamenta el nostálgico que no existen discotecas de tarde en la ciudad como antaño. Los chicos de hoy están a otra cosa. Se buscan y se encuentran, sí. Se ven y se dejan ver, también. Pero han dejado la bola de espejos para más adelante. ¿Realmente se pierden algo los adolescentes que pululan por el Parrote? Revisemos.

A los 14 años debuté en el mundo discotequero. Iban todos. Y a mí en casa me dejaron estrenarme en mi cumpleaños. Fue en C'assely. Había reglas ¡Nada de calcetín blanco! ¡Nada de playeros! Me disfracé de pijo. Superé la criba de la puerta. Di vueltas a la pista. Sonaba pop-rock español de la época: Hombres G, Los Inhumanos, La Guardia... Al octavo giro brotó la pregunta: ¿Y ahora qué se hace aquí? Perdido, aguanté hasta el final fingiendo que me lo estaba pasando genial.

Tardé en volver a la pista. Casi un año, en Pachá. Allí la selección de quién entraba y quién no resultaba dura. Y muy humillante para el vetado, que se quedaba tirado en las Jubias. Dentro, las chicas desfilaban como si fueran modelos. Guapísimas, con su pelo sedoso, sus pendientes de perla y sus Levi's 501 blancos. Las recuerdo a cámara lenta. Te hacían sentir como el gafotas que colecciona insectos en las películas de instituto americano. Inalcanzables.

Pero me vine arriba. Con el New Sensation de INXS me entró la euforia. «¡Un temazo!». Se celebraba una fiesta italiana. Daban regalos. Por megafonía dijeron: «Javier Becerra, pásate por la cabina». ¿Yo? ¡Guau! Un compañero me evitó el ridículo: «Es un relaciones públicas de la sala, no tú». Un tipo importante, con nombre. ¡Vaya! Seguía perdido. Al salir hubo una pelea masiva. Vi a uno arrearle a otro con el candado pitón de la moto. Sus novias animaban-lloraban. En el Pachabús, apretujado, me cagué imaginando ser yo.

Probé luego en Baroke, en Sada. Allí, en teoría, resultaba más fácil ligar. Ponían lentas. Sonaba Bailar pegados de Sergio Dalma, te acercabas a una chica y preguntabas: ¿quieres bailar? (sí, sí, la vergüenza brota por el teclado) A veces, las pocas, la cosa funcionaba. Más tarde, raperos émulos de El Príncipe de Bel Air hacían bailes aeróbicos. Y unos cuantos bulleros buscaban la oportunidad para que empezasen los puñetazos. Que si me miraste mal, que si tonteaste con mi novia, que si hoy hace calor... La agresividad se palpaba de continuo. Y estallaba muchas más veces de lo deseado.

También gocé, gracias a los guateques para la excursión de 3.º de BUP, de La Real y Green. En la segunda el reto pasaba porque no te atracasen en la salida. Enfrentarse, salir por patas o apoquinar eran las opciones. Una maravilla. Lo de dentro, en la línea anterior. Si caían los Ramones te alegrabas. Si tocaba Modestia Aparte, pues seguías conteniendo el bostezo. Había más de lo segundo, claro. ¡Me abuuuuurro!

El nostálgico podrá decir lo que sea. Pero uno envidia a los chavales de hoy. Pueden saltarse todo eso. Y no esperar como yo a que el grunge lo sacudiera todo. Les felicito.