Alfonso Molina, la eterna ratonera

a. mahía / e. mouzo A CORUÑA / LA VOZ

OLEIROS

marcos míguez

Dos accidentes a primera hora de la mañana volvieron a causar retenciones kilométricas para entrar en la ciudad

14 oct 2016 . Actualizado a las 12:32 h.

Entre la fuente de las Pajaritas y Bastiagueiro hay 6 kilómetros. A las 13.50 horas, si un accidente, un concierto o el bautismo de los Testigos de Jehová no lo impide, hacer ese trayecto es cuestión de 10 minutos. Ese mismo recorrido, si se hace un cuarto de hora después, no se realiza en menos de 25. Eso, con suerte. ¿Qué ocurre entonces cuando se produce una colisión en Alfonso Molina en hora punta? Pues que el viaje se convierte en la piel del diablo. Ayer mismo se pudo comprobar que el choque de dos vehículos a las 9.30 horas a la altura del acceso a Pocomaco, en dirección entrada a la ciudad, provocó un atasco que llegó nada menos que a Bastiagueiro. Y los que estaban allí tardaron 40 minutos en superar Lavedra. El mismo tiempo que emplearon aquellos que venían de Perillo, que empezaron a sufrir la cola ya en O Seixal. Y la salida de la AP-9 también se vio colapsada en los últimos tres kilómetros.

Por la tarde volvió a ocurrir. A las 19.15, dos coches y un autocar se vieron implicados en una pequeña colisión en el mismo punto que el de la mañana. Otro atasco que también afectó al sentido salida de la ciudad, pues como sucede siempre, los conductores reducen la velocidad para cotillear el accidente.

Hay determinados momentos del día en que acceder o salir de la ciudad por Alfonso Molina es una faena de las gordas. El peor tramo horario posible es el que va de las 8.30 a las 9.30 de la mañana, cuando miles de vehículos entran en la ciudad por esa arteria. Luego, entre las 14.15 y las 15.00 horas. Y por la noche, entre las 20.00 y las 21.00 horas.

Fuera de esos tramos, cualquier incidente en la vía, por pequeño que sea, causa efectos catastróficos. Un simple golpe, un coche averiado, supone muchos minutos de atasco.

Un redactor de La Voz realizó ayer un estudio de campo en una hora punta. A las 14.20 horas partió de la fuente de las Pajaritas y puso dirección a Oleiros. El tráfico ahí es denso, pero se circula sin contratiempos hasta el vial de acceso a Lonzas, donde ya hay que echar el freno. De ahí, hasta la entrada a la AP-9, se va a trompicones. Es un kilómetro de subida con los tres carriles colapsados. Una vez alcanzada la cima, la bajada hacia el puente de A Pasaxe es un respiro. Construido hace 40 años y preparado para soportar el paso de 100.000 automóviles al día, el puente aguanta al límite de su capacidad.

Pero lo peor viene en Oleiros, donde vuelve la pesadilla. Lo peor es tomar dirección a Santa Cruz, pues de los cuatro carriles del puente se pasa a uno. El embudo es tremendo.

¿La solución pasa por construir más carriles en Alfonso Molina? Hay quien dice que no. Vecinos de Oleiros consultados sostienen que el grave problema siempre va a estar en Perillo -víal urbano- y en la avenida Che Guevara. «Qué importa si aumentan la capacidad de Lavedra si al llegar a Perillo hay un embudo», decía ayer un taxista de Santa Cristina.

Por el momento, el Ministerio de Fomento prevé invertir 14 millones de euros durante los próximos años en la reforma del principal acceso a la ciudad. El objetivo es ampliar la avenida hasta los 11 carriles en sus puntos más anchos. La renovación incluirá sendas peatonales y ciclistas a ambos lados de la calzada.