Los vecinos de Irixoa se resignan a convivir con los ataques de lobos

Antón s. Rodríguez IRIXOA / LA VOZ

IRIXOA

C. Delgado

La disminución de la población del corzo en los montes empuja a los cánidos a buscar alimento junto a las casas

18 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aurora Álvarez apenas sale de casa cuando oscurece. Y procura no alejarse mucho. Hace una semana los lobos dejaron su huella a apenas un kilómetro de su casa, en Verís (Irixoa). En su finca descubrieron los restos de una burra de cuatro años, devorada por los cánidos. La dueña recuerda que era «moi mansiña», una cualidad que poco le podía ayudar para enfrentarse a los lobos. Parece que hay querencia en esta misma parcela, porque aquí mismo aparecieron muertas cinco ovejas en mayo del 2014, y cuya indemnización no le fue abonada hasta el primer trimestre de este año. No hubo testigos de lo ocurrido la semana pasada, pero Dolores Porto, la hija de Aurora, lo tiene claro. «Sabemos perfectamente cando é un lobo ou un can, e isto foron os lobos», sentencia.

Pero la burra no es precisamente la única damnificada por los ataques en las últimas semanas. En los montes de Irixoa, Aranga o Monfero se multiplican los episodios. En casa de Andrea Vidal, en la parroquia de Mántaras, el número de perros pasó de tres a uno en una sola noche. «E o can que quedou vivo agora non ladra», espeta la dueña. Ese can, de color negro, apenas sale ya de la caseta. Andrea sostiene la cadena de sus otros perros, arrancada de cuajo durante una noche en la que se oyeron ladridos y peleas de perros. «Andei por toda a parroquia buscándoos, pero nada», se resigna esta vecina, que achaca el suceso a la presencia de lobos, pese a no haberlos visto.

Testigo desde su tractor

Quien sí los vio fue Luis Vidal, un trabajador forestal que a mediados de agosto recogió en su teléfono móvil la irrupción de dos ejemplares en la parcela de los montes de San Antón, en Mántaras, cuando trabajaba con su tractor. «Primeiro vin un lobo ao lonxe, pero despois decateime de que había outro moito máis preto -recuerda-; de aí a unha hora apareceu outro, era máis ou menos ao mediodía, apurei o traballo e evitei baixar do vehículo». También recientemente, otra vecina de Mántaras se cruzó con varios de estos animales cuando paseaba por su perro en la carretera a Cela, donde creen que hay un paso.

Está por determinar si se trata de lobos «puros» o híbridos con perros salvajes. En algunos casos es muy complejo distinguirlos. Su presencia cerca de los humanos se debe, principalmente, a la falta de alimentación en su hábitat natural. «Si se acercan a las casas es porque no les queda más remedio, el lobo es un animal huidizo», explica el biólogo experto en especies cinegéticas José Manuel Matos. «Se ha constatado un descenso en la población del corzo en nuestros montes, lo que encaja con el incremento de ataques de lobos», argumenta. Además de las parroquias de Irixoa, Matos ha recogido testimonio de numerosos ataques en Cambás (Aranga), en Xestoso (Monfero), Guitiriz y Parga. Las batidas permitidas son casi anecdóticas en Galicia, «en parte porque muchos ataques quedan sin denunciar».