La policía registró 3 ataques racistas y 41 agresiones homófobas el año pasado

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

CULLEREDO

CéSAR QUIAN

19 personas fueron detenidas por cometer los denominados «delitos de odio»

26 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pegar o humillar a alguien por ser negro, judío, homosexual o indigente ocurre más veces de lo que parece. En la provincia coruñesa, según las estadísticas del Ministerio del Interior, se cometieron el año pasado un total de 50 agresiones de este tipo. Son los denominados «delitos de odio», que tienen lugar «cuando una persona ataca a otra y la elige como víctima en función de su pertenencia a un determinado grupo social, según su edad, género, identidad de género, religión, raza, etnia, nacionalidad, ideología o afiliación política, discapacidad u orientación sexual», según explican desde el colectivo Alas Coruña.

Uno de esos ataques que hoy forma parte de la trágica estadística del Gobierno se produjo en febrero del año pasado. Dos chicos que caminaban de madrugada cogidos de la mano por San Andrés recibieron una lluvia de objetos de todo tipo lanzados por un grupo de adolescentes. A una de las víctimas la enviaron al hospital tras romperle una botella en la cabeza.

De los 50 delitos de odio registrados en la provincia el año pasado, 41 fueron por homofobia. Más triste que eso es la cantidad de agresiones de este tipo que nunca llegan a ser denunciadas, según fuentes de la Fiscalía.

El informe realizado por el Ministerio del Interior refleja también que el año pasado se produjo una agresión por motivos religiosos, cinco contra personas que padecían algún tipo de discapacidad y tres por racismo. En total, hubo 52 víctimas por delitos de odio y 19 detenciones. Lo que sí no se produjeron en todo el año fueron ataques contra judíos e indigentes.

Daños psicológicos

El penalista Roberto López-Tirado destaca que «los delitos de odio generan más daño que un delito de carácter ordinario e incrementan la sensación de vulnerabilidad, en la medida que la víctima poco puede hacer para cambiar la característica por la que el agresor ha decidido cometer el mismo. Más de allá de los potenciales daños de carácter físico que algunos tipos de delitos de odio pueden provocar por la propia naturaleza de la agresión, el impacto más importante tiene que ver con las consecuencias psicológicas de los mismos».

Sobre la aporofobia (odio al pobre o desamparado), se produjo un episodio en abril del año pasado, si bien no se le tuvo en cuenta para elaborar el informe de Interior por estar el asunto todavía en su fase de instrucción. La policía detenía a 2 feriantes por explotar a indigentes. Supuestamente los tenían retenidos en fincas de Ledoño (Culleredo). Dormían en chamizos bajo llave y trabajaban de sol a sol a cambio de un catre y comida. Por si fuera poco, según los investigadores, les quitaban sus pensiones.

Si bien judicialmente, tras la entrada en vigor del nuevo Código Penal, este tipo de delitos se castigan severamente al considerarlos como un agravante, a la hora de juzgarlos ha habido algunos desencuentros. Este mismo año, el titular del Juzgado de lo Penal número 2 afeó a la Fiscalía que no considerara como delito de odio la agresión a dos homosexuales. Dos jóvenes habían agredido en un parque a dos chicos al grito de «maricones». Se abalanzaron contra ellos y les pegaron. Los culpables fueron detenidos y procesados. Pero solo por un delito de lesiones. La Fiscalía no pidió que se les fuese aplicado el agravante de ataque homófobo, que aparece en el artículo 22.4 del Código Penal. Ante eso, el juez lanzó un reproche a la acusación pública en la sentencia: «Es de lamentar que pese a la claridad de los hechos, el Ministerio Fiscal no haya aplicado esa agravante, pues no estamos ante una simple agresión, sino ante una agresión gratuita ejecutada con la intención de humillar, de mostrar superioridad y vejar».

La mitad de los homosexuales sufre algún tipo de discriminación laboral

A pesar de que la Unión Europea ha sido una de las comunidades pioneras en reclamar una normativa que termine con la exclusión laboral del colectivo homosexual, todo apunta a que aún queda un largo camino por recorrer en este sentido, según pone de manifiesto Jonathan Lema Touriñán, licenciado en Derecho y graduado social por la UDC, que elaboró el trabajo Relaciones laborales y homosexualidad. Según los datos recabados por el especialista, la Agencia de Derechos Fundamentales afirma que el 47 % de los gais, lesbianas y transexuales sufren algún tipo de discriminación laboral, mientras que un 26 % ha sido alguna vez objeto de amenaza o agresión en su lugar de trabajo. Además, 44 de cada 100 heterosexuales dicen sentirse incómodos trabajando al lado de personas con una orientación sexual distinta a la suya.

Unos datos «preocupantes que, sin embargo, no se reflejan en las cifras de denuncias oficiales», aseguró el autor del trabajo. Los tribunales de los países de la Unión Europea apenas reciben reclamaciones por homofobia. Se crea así un círculo vicioso, considera Lema, en el que las víctimas de esta exclusión evitan comunicarla por la vía legal, por considerarla excepcional y por temor a no encontrar respaldo en las instituciones oficiales.

Desde Alas Coruña se opina lo mismo. Consideran que hay muchas más agresiones que las que se denuncian. Pero no solo agresiones. También discriminaciones laborales, «algo que pocas veces llega a los tribunales».