La verdad, solo la verdad

Abel Veiga

A CORUÑA CIUDAD

21 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La opinión siempre lleva un sesgo subjetivo. Algo de nuestra parte. Otra cosa es utilizar como a uno conviene y a sus meros intereses personales lo que se escribe o lo que otros escriben. Lo fácil es confundir información con lo que no lo es. En la vida, como en todo, hay que tomar parte. Hay que posicionarse. De lo contrario uno acaba siendo títere de otros, de las circunstancias o de los meros caprichos. Y si uno se equivoca, se reconoce. Lo malo es cuando la soberbia y la arrogancia nos ciega. O nos nubla. Canículas de un verano que está a punto de brotar y se antoja extremo y seco. La verdad es lo que es. El resto es difamar.

Viene al hilo este artículo ante el escrito de un padre escolapio representante de esta orden en Monforte donde manifiesta y quiere aclarar una serie de hechos e informaciones. Nada que objetar. Solo faltaría. Al aludir a algunas voces de la sociedad civil, quien suscribe se siente por citado. Y más cuando se le imputan, o eso parece, falsedades. Y al acusar, sí acusar, de desinformación a algunos medios por publicar ciertas cosas, no podemos callarnos. Ni debemos. Recuerden, es eso de tomar partido. De posicionarse en la vida. Otros nunca lo harán, allá ellos.

He tenido la fortuna de formarme en las Escuelas Pías, y éstas son algo más que las individualidades de sus componentes, de padres, a hermanos, profesores laicos, personal de servicios, etc., también los alumnos y las comunidades. Siempre hemos diferenciado entre abandono y cierre, pues jurídicamente la diferencia solo está en que con el abandono a futuro se reserva la posibilidad de volver, aunque ahora se vayan, y el cierre es dar portazo definitivo. Otra cosa es que lo que empieza por abandono no acabe en lo segundo a medio y largo plazo. Siempre hemos reseñado que habría una presencia, pero no permanencia ni estancia, convivencia en suma. Venir uno o dos días es presencia, pero lo es temporal.

No mentimos ni faltamos a la verdad cuando en la reunión mantenida el 21 de mayo en Madrid con el Padre Provincial se le preguntó por parte de dos personas de la sociedad civil monfortina qué argumentos había para abandonar Monforte y no por ejemplo A Coruña. Tampoco desinformamos cuando hablamos de la identidad calasancia, la ejemplaridad, la entrega, el estímulo de estos tres religiosos a los que por razones de edad y jubilación y un inoportuno etc., se les racionaliza conforme a estatutos y reglas, obligándoles a irse de Monforte. Nunca hemos dicho, por tanto, que se cerrase el colegio. Otra cosa es, si a futuro, se resentirá o no este colegio de la ausencia permanente de religiosos escolapios. Pero ese futuro no está escrito.

Respecto a enigmáticos futuros improbables, lo que no quiere decir, imposibles, creemos que hacen alusión velada a la cuestión de aparcamiento en la plaza de la Compañía y un hotel. No hemos sido nosotros los que lo dijimos. Han sido otros. Y no precisamente la sociedad civil monfortina.

En fin, informar, opinar desde la objetividad, desde lo que se ha hablado con otros directamente, puede molestar, puede resultar inocuo o dañino, pero no es mentir. Insinuar que se hace, es difamar. Pero no vamos a entrar más al trapo. Alea iacta est. Y si la suerte ya está echada, dejemos que sea suerte. Pero lo único que no me creo es que algunos sientan dolor por la marcha de estos tres escolapios. Llamémosles a las cosas por su nombre. Y sobre todo, pedagogía, expliquémosla abierta y directamente, mirando a los ojos. Solo así la verdad nos hará libres. Y ya sabemos lo que estos tres escolapios querían. Esperemos que esa edad y esa jubilación y esos traslados a otros sitios no vaya en su detrimento personal y físico. Y son grandes ejemplos de ser y sentirse escolapios. Ese es el ideario. El que alguno con 32 años y sacada su plaza de magisterio nacional, pudo optar y optó por ser lo que ha dado sentido a su ser y su vida, simplemente, ser escolapio. Lecciones las justas. Pero ya se sabe, mejor emponzoñar los hechos y tachar a otros de propalar falsedades.