«Los tres inmigrantes con los que hablé se arrepienten de haber venido»

Fernando Molezún A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

27 mar 2017 . Actualizado a las 05:20 h.

Diana R. Mata ha dejado que sean los tres protagonistas de su película los que cuenten su historia, sin que ella intervenga en la narración ni un guion prefijado.

-¿Cómo llegaron hasta A Coruña?

-Los tres son senegaleses, aunque ahora ya se consideran senegalegos. Dos vinieron por reagrupación familiar, y uno en cayuco. Se pasó diez días en el cayuco sin que su familia lo supiera. Una historia muy dura. Y todo para llegar aquí y encontrarse en la calle. Insisten en que es fundamental decir la verdad, porque cuando vuelven a Senegal de vacaciones llegan bien vestidos después de estar ahorrando aquí, y eso hace que los de allí piensen que hacer dinero aquí es fácil. Si alguien quiere venir, que lo haga, pero sabiendo qué es lo que hay.

-¿Se arrepienten de haber venido?

-Sí. Precisamente les hice esa pregunta y los tres coincidieron en decir que no lo volverían a hacer. Se sienten engañados, porque les han vendido un futuro que no existe.

-Diferencia usted entre manteros y vendedores ambulantes.

-Son dos fenómenos diferentes. Por un lado está el conocido como Top Manta y por otro el comercio ambulante, los que van entrando en los bares ofreciendo quincalla, como le llaman ellos a los productos que venden. Son dos tipos de comercio irregular vinculado a la calle.

-¿Qué va a hacer ahora con la película?

-Me la han pedido de distintas universidades, asociaciones... E incluso me están animando a mandarla a festivales. Pero toda la difusión que tenga tengo que consultarla con los tres protagonistas. El proyecto es de los cuatro, y sin su consentimiento no voy a exhibirla en ningún lado.

«Nadie se fija ya en los manteros, es como si no existieran, son invisibles»

Tiene 22 años y la carrera de Periodismo recién terminada. Precisamente, para conseguir el título Diana R. Mata realizó un documental titulado Kër en el que da voz a tres inmigrantes senegaleses que se dedican a la venta ambulante. Lo que iba a ser un simple trabajo académico se estrenó la pasada semana en el Ágora con singular éxito: «No me esperaba tal acogida, la verdad», reconoce la joven directora.

-¿De dónde viene l título, Kër?

-Significa casa en wólof, que es uno de los idiomas de Senegal. Se me ocurrió titularlo así a última hora, porque es un concepto de casa amplio, que incluye a la familia. Ellos vienen buscando aquí un hogar y es precisamente lo que dejan atrás en su país.

-Cuénteme cómo surgió la idea de rodar esta película.

-Tenía que hacer un trabajo de final de grado. Estaba estudiando en Valladolid y allí me di cuenta de que allí no existe este fenómeno de la venta ambulante, mientras que aquí es algo cada vez más común, hasta el punto que la gente ya ni se fija. Es como si no existieran, como si fueran invisibles. Han pasado a ser parte del mobiliario urbano. Y quería reivindicar esa figura y mostrarla en donde no existe. Lo he visto en bares, cuando entra un vendedor ambulante y te da las buenas tardes, la mitad de la gente ni le mira. Que no digo que haya que comprarle nada, pero sí tener un mínimo de consideración, saludar, nada más. Imagínate cómo se sienten ellos cuando les pasa eso.

-¿Fue fácil dar con los protagonistas?

-La verdad es suelo dejarlo todo para el último momento, y llegada la hora no tenía ningún testimonio. No era tan fácil como parecía encontrar historias. Pero casualmente, en Valladolid, unos amigos dieron con un senegalés que residía habitualmente en A Coruña y que estaba probando suerte allí. Quedé con él, grabé su testimonio, y me vine aquí para conseguir más historias. Me puse en contacto con varias asociaciones y fue SOS Racismo la que me puso en contacto con otras dos personas.

-Y accedieron a participar.

-Pusieron todas las facilidades del mundo, y no es algo sencillo, porque muchos se encuentran en situación irregular o han tenido algún problema con la policía.

-¿Qué le contaron estos vendedores ambulantes?

-Les planteé tres cuestiones: que me contasen cómo salieron de su país y cómo llegaron aquí; cómo nos ven a los coruñeses en temas de racismo, y cómo ven la venta ambulante y su futuro. Al final me encontré con tres historias totalmente diferentes con las que cualquiera puede identificarse, que ese era otro objetivo, que la gente pudiese ponerse en su lugar.

-¿Y cómo nos ven a los coruñeses?

-La frase más repetida es que hay de todo. Pero coinciden en apuntar que el balance es bueno, que de cada diez personas, nueve les tratan bien. Eso no quita que todos hayan recibido insultos por culpa de su color. A pesar de todo son gente muy positiva, se quedan con la gente que les trata bien.

-¿Y sobre el trabajo de venta ambulante?

-No es que ellos escojan ese trabajo, es que no tienen más remedio. Es lo más legal a lo que se pueden dedicar, siendo un cero a la izquierda para el gobierno y la sociedad si no tienen papeles o, incluso si los tienen, si no se les ofrece un trabajo. Los tres coinciden en que, si pudieran, no se dedicarían a esto. Dicen que es el peor trabajo del mundo. En su país la venta ambulante se asocia a mendicidad, a la que se dedica gente de otros países más pobres. Igual que aquí, vamos. Es un estigma social, se trata de vender o pedir. Ellos mismos se critican por lo que tienen que hacer para comer, pero es la única opción que tienen.

-¿Cómo ven su futuro?

-Siempre ven la parte positiva y piensan que todo se va a arreglar. Pero lo que desean actualmente es trabajar en el campo, ir a recoger fresa en la temporada. Trabajos que físicamente pueden ser mucho más duros y que no es que estén muy bien pagados, pero que les aporte algo de dignidad. El problema es que con la crisis, si ya es complicado encontrar trabajo para un español, imagínate para ellos.