Qué bien se está en las farmacias

Sandra Faginas Souto
sandra faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

23 feb 2017 . Actualizado a las 19:38 h.

De siempre me ha fascinado esa particular relación entre el farmacéutico y el cliente. La confianza de la rebotica, la sensación cuando te fidelizas con alguien detrás del mostrador que enseguida con una mirada te entiende, esos segundos incómodos en los que dejas pasar al que tienes al lado porque no quieres que no te oiga pedir tu medicamento... Todas esas sensaciones se acumulan si das con la farmacia idónea. Yo tengo mi favorita, como es normal, y es Miguel, mi farmacéutico, quien siempre con una sonrisa y su escueta conversación interpreta con avidez mi dolencia o estado de ánimo. Porque muchos farmacéuticos tienen esa paciencia entrañable de escuchar, de explicar la receta, de recomendar la dosis necesaria y por momentos funcionan como auténticos psicólogos. Yo del mío y de sus compañeros soy fan, tal vez porque en un abrir y cerrar de ojos me siento identificada con aquella Carmen Maura desesperada en Qué he hecho yo para merecer esto rogándole un minilip a su farmacéutica, o a Victoria Abril en Átame esposada a Antonio Banderas en busca de un calmante para el dolor de muelas.

Interior de la farmacia en A Coruña
Interior de la farmacia en A Coruña GUSTAVO RIVAS

Vaya por delante que Miguel todavía no me ha visto tan agobiada, pero solo la protección que ofrece ver su luz desde la ventana ya tranquiliza cualquier dolencia. Porque ahora las farmacias, con esos horarios extensos, se han convertido en un refugio acogedor. Tanto es así que han llenado esta ciudad de una nueva tendencia estética. Es verdad que la única que mantiene el auténtico encanto y sigue siendo emblema por su antigüedad centenaria es la farmacia Villar, en la calle Real, pero hasta en ese templo del medicamento su almacén, con entrada por Olmos, lidera con gusto uno de los modernos locales que combinan la vinoteca con el comercio y la exposición artística. Ahí es nada.

Con todo, no hay esquina o acera por la que una pasee en la que no vea una farmacia totalmente renovada o en reformas siguiendo el canon futurista. En algunas el ordenador está conectado con el almacén y como por arte de magia un tubo te dispensa el medicamento en cuestión. Las farmacias, como los dentistas, han pasado a esa categoría fluorescente en el que el blanco lo domina todo, con ese toque aséptico que por un lado les ha hecho perder el atractivo entrañable de la rebotica de madera, pero las ha uniformado en un estilo muy trendy. Lo bueno de todo esto es que las reformas también se ha llevado algunas malas prácticas. Aún recuerdo al farmacéutico que a mediados de los noventa se negó a venderme un paquete de preservativos poniendo el grito en el cielo como si fuera el peor de los pecados. Afortunadamente, las farmacias, como los tiempos, han cambiado, y Miguel sigue ahí abierto como todos los días.