«Quiero que la gente se olvide de todo cuando me escucha»

Loreto Silvoso
LORETO SILVOSO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PÉREZ

Es como la Ara Malikian de la calle Barcelona. Comenzó a los tres años a estudiar violín y le tuvieron que hacer uno a medida

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tienen que verla. Cuando Diana Poghosyan toca el violín, es como si la música atravesara todas las venas de su cuerpo. Se le mete por dentro el sentimiento para luego sacarlo fuera y compartirlo con los demás. Ella misma reconoce que es «como si me transportara a otro planeta». Deslumbró de tal manera al jurado de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid que ni siquiera tuvo que terminar una prueba que suele durar varios minutos. Ella tocó dos notas y ya la mandaron parar. Estaba dentro.

-En la prueba llamó la atención.

-Pues cuando llegué a Madrid pensé: «¿Qué hago yo aquí?». Había músicos mayores que yo y todos tocaban de manera espectacular. Pensé que no me cogían.

-Pero lo logró.

-Es como un sueño hecho realidad. Yo llevaba desde los doce años queriendo irme a estudiar allí. Es mucha ilusión acumulada.

-¿Qué siente cuando toca?

-Siempre me he sentido como una especie de puente transitorio para la música. Es como que la música pasa por mí y yo le pongo unos toques de lo mío, de lo que yo siento.

-¿Se olvida de todo?

-Sí, totalmente. Incluso si estoy enferma, cuando salgo al escenario se me pasa. Ahí no tengo ni gripe, ni mocos, ni ganas de toser. Me concentro de tal manera que es como estar en otro mundo.

-¿Le pasa con cualquier pieza o depende del compositor?

-Me pasa con algunos más que con otros. Es más fácil sentirse identificado con los románticos. Más que nada, por la época que estamos viviendo, que es todo muy extremo. Con los compositores barrocos también se puede, pero es todo tan cuadrado y poco pasional que es un poco difícil entrar en ese estado con ellos.

-Pues cíteme a su romántico favorito.

-Tchaikovsky.

-¿Cuál fue su primer contacto con la música?

-A los tres años. Yo soy de Armenia y allí, cuando nos sale el primer diente de leche, a los bebés nos ponen en una mesa con un montón de objetos delante que representan diferentes profesiones. Si te ponen un bolígrafo y lo coges, es que vas a ser escritor; si agarras un peine, peluquero. A mí me pusieron un violín y fui directa a por él.

-Ahí fue cuando comenzó sus estudios de violín, junto con varios músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Pero a esa edad no podría ni con el instrumento.

-Bueno, me tuvieron que hacer uno a medida. El cuerpo de ese violín mide como lo que ahora ocupa la palma de mi mano.

-¿Cómo es el que tiene ahora?

-Es curioso, pero creo que se me ha adherido a mí. Lo tocan otras personas y no suena demasiado, pero lo toco yo y flipas con el sonido. Espero estar mucho más tiempo con él.

-¿Cómo llevó esto de ser una niña prodigio?

-Me sentí así, pero no me gusta mucho el concepto. Yo siempre tuve tiempo para jugar y para hacer lo que quisiera. Mi madre, que es mi ángel, me ayudó muchísimo. Si estoy aquí es, en un 90 %, gracias a ella.

-¿Ensaya con ella al piano?

-Antes de irme a Madrid, sí. Tanto en casa como en algunas actuaciones. Yo a mi madre la tengo en un pedestal.

-¿Qué quiere llegar a ser? Músico de orquesta, solista...

-Lo único que quiero es que, cuando la gente me escuche, se olvide de todo. Eso es lo que estoy intentando. Y, si algún día llego a ser solista, mejor que mejor. Porque sería la mejor forma de enseñarles lo que yo siento.

-Si no hubiera elegido el violín, ¿qué sería?

-Escritora. Me gusta mucho escribir. O algo de audiovisuales.

«Gracias a mis padres formo parte de la nueva generación que llaman ‘los hijos de la Sinfónica’»

Diana Pogoshyan nació en A Coruña en 1998. En esa época, sus padres eran músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia, donde hoy solo continúa su padre.

-¿Cuál es la tradición musical que hay en su familia?

-Mi madre es pianista y organista. Estuvo en la Sinfónica, pero ya no. Ahora tiene una academia. Mi padre continúa en la orquesta.

-Así que usted forma parte de la segunda generación de músicos fruto de los grandes talentos que la Sinfónica ha ido trayendo a la ciudad desde su creación.

-Efectivamente. Soy consciente de eso. Hay bastantes casos como el mío. Gracias a mis padres formo parte de esa nueva generación que llaman «los hijos de la Sinfónica».

-Dígame que, además de la clásica, le gustan otros tipos de música.

-Ah, sí. Yo escucho y bailo de todo. Me vengo muy arriba enseguida, ja, ja...

-¿Pero reguetón y tecno, y de todo?

-Sí, sí, sí. Soy muy de todo, me gusta todo mucho. Todo lo que sea música, venga, adelante.

-¿Ha podido viajar a Armenia en estos años alguna vez?

-Me encantaría ir, pero está en una situación de guerra fría. Fui una vez de pequeña y me enamoré. Amo el país, hablo el idioma... [Luego especifica que también habla inglés, bastante francés y ruso. En Armenia se estudia el ruso como segundo idioma. De hecho, todos sus profesores de violín han sido rusos].

-Y A Coruña, ¿qué?

-Adoro la ciudad. Para mí es como un paraíso. Ahora que estoy en Madrid, echo de menos el mar, la gente, el viento, el sonido de las gaviotas... Todo.