Una Estrella (de la Muerte) en el jardín

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

12 dic 2016 . Actualizado a las 21:12 h.

Esperemos que la del jardín de Mari Trini fuese de bolsillo. Porque la que ha caído en la Marina es un prototipo a tamaño casi natural de la Estrella de la Muerte. Versión navideña, claro. Esa bola gigante que ayer se encendió de forma definitiva es la madre de todas las bolas de Navidad. La respuesta a la pregunta ¿qué pasaría si Darth Vader fuese poseído por el fantasma de las Navidades pasadas, presentes y futuras? Como si toda la Disney hubiese decidido hacer una publicidad nada sutil de la última película de la saga, que se estrena en un suspiro, y nos hubiese plantado un arma de destrucción masiva versión kitsch en medio de la ciudad... aunque en la radio Fernando Molezún insiste en que es la auténtica Cúpula del Trueno de Mad Max.

Chantada la estación espacial más famosa del mundo frente al mar, ayer por la tarde, antes de las primeras pruebas de luz, cualquier friki de la Guerra de las Galaxias soñaba con un desfile de soldados imperiales, capas negras al viento, espadas láser. Pero no hay más que esperar al encendido definitivo. Porque el flash de luces blancas, azules y moradas es capaz de eclipsar el brillo del casco de Darth Vader. No sería más navideña, escandalosa y fantástica si la hubiese diseñado el propio George Lucas hasta las cejas de rondel oro rondel verde es como tú.

Sospecho que con esta inmensa bola de luz alguien responde a las plegarias de mi compañero Javier Becerra, que la semana pasada pedía que un milagro navideño devolviese la intensidad de las luces de la infancia. Si con esta maravilla el niño que llevamos dentro no queda satisfecho, siempre podemos acercarnos a algunas esquinas de la ciudad en las que esas pantallas gigantes que carga el diablo compiten en intensidad lumínica con árboles artificiales y adornos de todo tipo. Desde otra estación espacial, la internacional, estoy convencida de que hay noches en las que son capaces de distinguir la cara de los coruñeses que pasan por delante de algunos de estos anuncios mientras esperan a cruzar un semáforo o practican ese deporte tan nuestro de saludarnos en cada esquina. Será por luces.

Porque estas pueden ser ecológicas y más discretas y tal vez menos horteras que las de hace veinte años. Pero curiosas (e incluso inquietantes) son un rato… Recapitulando, tenemos una Estrella de la Muerte en la Marina, torres de Hércules de un imposible color naranja en San Andrés, unos enigmáticos cubos en la calle Real y los ya famosos cuencos de la zona de Juan Flórez y la plaza de Lugo. ¿Cuencos, boles de ensalada o tal vez lentillas, como decía una placera? Hagan la prueba: solo hay que visualizar el inmenso dedo de un gigante somnoliento sujetando la lentilla antes de meterla en el ojo.