Adiós a la feria que llenó el centro, aunque algo menos que otros años

CLÁUDIA MORÁN A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PéREZ

La cita medieval llegó ayer a su fin con menos visitantes que otras ediciones, lo que Aceca achaca al puente

26 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sol, fin de puente y agosto a la vuelta de la esquina. La Feira das Marabillas llegó ayer a su fin con un abarrote en la Ciudad Vieja motivado por esos tres ingredientes, y donde a los visitantes coruñeses se sumaron turistas y habitantes de otros municipios gallegos. La feria del medievo sigue teniendo un gran poder de convocatoria, aunque «el buen tiempo y la coincidencia con el puente» hizo que la afluencia fuera menor que en pasadas ediciones, tal como explica el presidente de Asociación de Comerciantes Ciudad Vieja (Aceca), Adolfo López.

Dinamización económica

«Hubo menos gente que otros años, sobre todo el domingo», cuenta López, quien calcula que entre 180.000 y 200.000 personas visitaron la feria entre el miércoles y ayer. Aunque matiza que «las expectativas del mercado no son esas», sino «dinamizar económicamente el espacio, lo cual se cumplió». Y es que la situación en la Ciudad Vieja el resto del año no es para echar cohetes. «Si comparamos esto con hace 15 días sí se nota, porque la actividad económica de la zona es muy baja», señala.

En cualquier caso, niños y adultos se divirtieron un año más con los pasacalles, el faquir, los puestos de artesanía, de tatuajes de henna, de herrería y, por supuesto, de gastronomía. A la pregunta de si compran, los visitantes de la feria medieval admiten que lo hacen con moderación. «Los precios son altos», cuenta Marta, una asidua a la feria, pero considera que «cuando algo es artesanal, el gasto vale la pena».

Otros prefirieron destinar su dinero a la gastronomía de los puestos de las plazas de Azcárraga y las Bárbaras, que este año se ampliaron al pie de la Ciudad Vieja, en Puerta Real. «Los bollos preñaos en horno de leña son un clásico», señalan Brais, Jorge y Raúl, una pandilla de jóvenes que acudieron a cenar al casco antiguo «tres de los cinco días» de feria.

«El bolsillo coruñés es muy generoso», afirma Manuel, uno de los camareros de un puesto de comidas en la plaza de las Bárbaras. También lo creen así varios feriantes de la plaza de Azcárraga. «Hemos despachado cientos de kebabs, perdimos la cuenta», dicen los encargados de un tenderete de comida árabe.

Para Rocío, quien regenta una caseta de joyas de plata artesanal, este fue su tercer año consecutivo en la Feira das Marabillas. «En comparación con otras ciudades, en A Coruña se notan las ventas», explica, aunque matiza que «quienes más lo notan son, sin duda, los del ‘comercio’ y el ‘bebercio’», dice riendo. En efecto, las colas para los puestos de comida, especialmente a la hora de la cena en la plaza de Azcárraga, eran perceptibles. «Lo que hace acudir al público es, principalmente, la comida», afirma Adolfo López, convencido de que «si hubiera menos puestos gastronómicos, iría menos gente».

Zona de éxito para los «pícaros»

En sustitución de las justas medievales que se libraron el año pasado en la plaza de María Pita -y que este año se suprimieron ante la prohibición de realizarlas con caballos- en esta ocasión la plaza se convirtió en un espacio lúdico para los más pequeños, que no fallaron ni un solo día a las actividades del Recuncho das Pícaras. El presidente de Aceca califica esta nueva actividad de «éxito total, con un aspecto más familiar que las justas», aunque aclara que estas, a su juicio, «también estaban bien».

Atracciones temáticas, pintura facial, equilibristas, cuentacuentos, talleres variados y tiro con arco fueron algunas de las divertidas ofertas que llenaron la plaza de niñas y niños. «Nuestros hijos acaban de llegar del campamento de verano, así que este es un plan diferente que podemos hacer con ellos», cuentan Luisa y Andrés, padres de dos niños que se lo pasaron en grande en las atracciones medievales de la plaza de María Pita. «Lo mejor, los cuentacuentos», aseguran los pequeños.

La valoración general de la vigesimosegunda edición de la Feira das Marabillas es positiva para Adolfo López, quien destaca el mercado medieval como «un componente de creación de empleo» que atrajo «unas 500 solicitudes para 200 puestos». No obstante, también menciona un fenómeno que se produce todos los años: «La post Feira das Marabillas», cuando «la gente se vuelve a relajar en las visitas a la zona», algo que notan, y mucho, los comerciantes locales, quienes ya están preparando nuevas actividades para lo que queda de verano.

Una edición sin los problemas de tráfico de otras ocasiones

Los cinco días de feria medieval transcurrieron sin complicaciones de tráfico. Así lo confirmaron varios agentes de la Policía Local que regulaban ayer la entrada de vehículos a la avenida de la Marina. La normalidad fue la tónica general, dentro de la confusión que sigue habiendo entre los conductores a la hora de acceder a la zona con su vehículo: «Sigue habiendo algún despistado, pero estos días la única novedad fue la confusión entre los trabajadores de la propia feria», afirman los agentes.

El tráfico era una de las cuestiones a tener en cuenta en la Feira das Marabillas de este año, el primero en que la zona peatonal está totalmente disponible, sin vallas ni vehículos más allá de los autorizados. Así, no se formaron grandes aglomeraciones de coches a la altura de Correos, donde comienza la vía peatonal, ni tampoco hubo complicaciones al comienzo del Parrote.

Los agentes insisten en que las multas no son la tónica general en la zona peatonal, excepto «para aquellos conductores que no llevan el carné en regla o muestran una actitud inadecuada cuando se les advierte de que no pueden circular por la Marina».

La situación de movilidad de este año con motivo de la feria medieval contrasta con la del año pasado, cuando la obra peatonal todavía no había finalizado y se produjeron importantes retenciones de tráfico no solo en la zona superficial de la Marina, en el Paseo de la Dársena, en Puerta Real y en la Maestranza, sino también en el túnel subterráneo de la Marina.

«No se nos ocurrió coger el coche para venir hasta aquí», cuentan Susana y Mario, especialmente por temor a «pasar horas buscando aparcamiento». Quienes no movieron su vehículo durante estos días fueron algunos vecinos de la Ciudad Vieja, como Mercedes, quien lo dejó aparcado en la calle «dos días antes» del comienzo de la feria.