Quiero heredar el rincón de Matadero

A CORUÑA CIUDAD

30 may 2016 . Actualizado a las 13:23 h.

A ver cómo cuento esto sin que nadie se me ofenda. Porque en Coruña nos conocemos todos y no quiero abrir heridas por un tema de costa. Quiero decir, de playa. Que aquí el tema de las playas lo llevamos muy a flor de piel, porque como casi todo en nuestra ciudad responde a una emoción en propiedad. Y la mía se parte en dos, en esa cala de San Roque donde por las mañanas cae el sol (cuando cae) con la brisa del norte, y por supuesto, Matadero, la playa en la que todos queremos acabar. Sí, sí. En Coruña nos toca una playa por barrio, eso ya lo saben, pero además nos vamos moviendo según vamos cumpliendo años en un estilo muy particular para terminar allí. Primero, de pequeños, pisamos la piscina de Riazor, luego nos soltamos de la mano en un lado del Orzán, después hacemos manitas en otra parte de esa misma playa, para volver a la niñez (la de nuestros hijos) en Matadero. Otra piscina ideal para la tarde y un rincón único para los privilegiados, digamos, de cierta edad.

Y digo privilegiados, porque a ese arenal uno no baja de cualquier manera. No, no. Que ya desde aquí aviso a los ingenuos turistas para que no se acerquen un día cualquiera y decidan plantarse como si nada en ese paredón. ¡STOP! Ni se les ocurra aproximarse. Son esas licencias aprendidas por los coruñeses (y que no da el Ayuntamiento), pero que salen a relucir en el momento menos pensado.

A mí, sin ir más lejos, si bajo a Matadero, y tengo puntos por mis padres y mis amigos de la zona, no se me ocurre echar la toalla en el paredón como si nada. Jamás. Ese rincón lleva escrito en letras grandes PROPIEDAD PRIVADA porque hay personas que día a día, mes a mes, año a año, se han hecho con ese espacio granito a granito. ¡Que algunos han invertido más allí que en un nicho de San Amaro! Ese lugar es de ellos, que se conocen, se saludan, se protegen y por supuesto no ceden un ápice de su metro cuadrado.

En Coruña algunas playas son como un club privado, pero sin carné, al que solo se entra por vecindad o porque te toque en herencia. Y esa es mi aspiración. No quiero dinero, ni un piso ni na. A mí, si tiene a bien mi padre, que es el que más se lo ha trabajado (solo hay que verle la cara), me correspondería -espero algún día muy lejano- ese pequeño habitáculo de arena, pegadito a la pared, para mi solaz. Y ojo, que para ser de ese club no vale cualquiera, que tiene un mérito enorme estar al pie del cañón desde que sale el primer rayito de sol. Por eso una no se espanta tampoco cuando con espontaneidad vecinal se reclama esa playa como propia al ver aparecer a alguien de la otra punta. Esto lo escuché yo en Matadero una vez: «¿E esa que fai aquí se é de Oza?». Me muero por entrar en ese club.