Si ha probado alguna vez a meter mucho líquido de golpe en un embudo demasiado pequeño, ya sabe lo que hay. Se le va a mojar la encimera y habrá que esperar un rato hasta que el agua baje. Para que no vuelva a pasarle, ya sabe que tiene que usar un embudo más grande.
En el nuevo túnel de la Marina pasa exactamente lo mismo, con la diferencia de que en este caso no es posible cambiarlo por otro. Se diseñó, sí, con una capacidad limitada, y la responsabilidad de su diseño no es del actual gobierno local. Pero aún sin culpa, tendrá que buscarle una solución a los conductores que regularmente se quedan atrapados bajo tierra.
El tráfico en la ciudad es como un enfermo delicado. A la mínima se resfría. O entra en coma. Un choque en Alfonso Molina, la monta. La lluvia, la monta. Los buses de los colegios, la montan. Un partido de fútbol o un concierto, la montan.
La Avenida do Porto, se volvió a ver el domingo, es de fácil colapso ante esas vicisitudes. Como no parece lógico acabar con los partidos, ni viable suprimir las horas punta, tal vez fuera necesario actuar donde sí se puede, en el cono más estrecho del embudo, taponado por los semáforos de la plaza de Orense. Seguramente con un mejor transporte público y el fomento de medios alternativos sería más fácil gestionar esos problemas, pero mientras eso no llega, algo habrá que hacer para aliviar el padecimiento de los sufridos conductores. Media hora para recorrer un tramo de poco más de un kilómetro parece excesivo.
El PSOE se sumaba ayer a las peticiones para tomar medidas en ese punto y solicitará en pleno que se mejore la señalización y se actúe de alguna forma para atajar las retenciones. «Las dificultades se han generalizado para los automovilistas que acuden a la zona centro de la ciudad», dicen desde el partido.