José Ramón Soraluce: «Lo de "A Coruña, ciudad ilustrada" me temo que tiene bastante de mito»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

La pasada semana ingresó en el Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses

04 abr 2016 . Actualizado a las 13:03 h.

El catedrático de Arquitectura y autor de numerosos libros que repasan la historia de la ciudad, su patrimonio y el arte en general, José Ramón Soraluce Blond, ingresó esta pasada semana en el Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses. «Es siempre un orgullo que la ciudad en la que trabajas y para la que trabajas reconozca de algún modo la labor que haces», asegura este estudioso de la historia desde una perspectiva desmitificadora. De hecho, en el acto que tuvo lugar en el Palacio Municipal de María Pita, causó gran sorpresa con su disertación titulada El manuscrito encontrado en A Coruña. Semblanza de una ciudad diferente.

-¿A qué manuscrito se refiere?

-Está escrito por un ingeniero militar francés en el siglo XVIII, que llega a la ciudad y después de conocerla y vivir en ella hace este relatorio que se encuentra en el Archivo del Reino de Galicia. Y al leerlo descubres que detrás de sus palabras se adivina una ciudad muy diferente a lo que creíamos que era en esa época por las historias convencionales de A Coruña. Da la impresión de que está hablando de otro lugar.

-¿De un lugar mejor o peor al que conocemos?

-Hay que tener en cuenta que el autor es un hombre que ha viajado mucho y que su destino en A Coruña lo entiende casi como un castigo. Al llegar le sorprenden muchas cosas que no ha visto en otros sitios y relata con sorpresa. Como la alimentación de la gente, lo equipamientos de la ciudad, el estado en que se encontraban las murallas... Va rompiendo la imagen idílica que teníamos todos.

-¿No son ciertos entonces los relatos históricos que tenemos de la ciudad?

-Cada época tiene sus propios problemas, pero siempre que se escribe la historia de una ciudad suele hacerse con benevolencia, siempre se suavizan los relatos. Pero este francés no tenía pelos en la lengua.

-O sea, que aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor hay que relativizarlo.

-Desde luego que a mí no me gustaría vivir en aquella situación. Por ejemplo, no había agua. Hasta que los propios ingenieros militares hicieron las traídas, la ciudad se abastecía de unos pozos que daban agua que no era apta para beber. Dice en su escrito que el agua solo sirve para lavar la ropa. Aunque también deja claro que lo que sí tenía la ciudad era vino. Muchísimo vino [ríe].

-Hay cosas que parece que no cambian con el tiempo.

-Tampoco tenían pan, se traía de Betanzos y Bergantiños, y abusaban enormemente en el precio. No había almacenes para almacenar trigo. Asegura este manuscrito que la población llana solo comía maíz, mientras el trigo y el centeno lo comían solo las élites. Así que ya había dos mundos dentro de la ciudad.

-¿Pero no era A Coruña una ciudad moderna e ilustrada?

-Eso me temo que tiene bastante de mito. El autor de este texto dice que los coruñeses viven mucho tiempo, que tienen muy buen color, pero que lo tendrían mejor si se alimentasen. Es durísimo.

-Algo se salvaría. Por ejemplo, el puerto, que siempre ha sido motor económico de la ciudad y la ha abierto al mundo.

-El puerto era un auténtico estercolero. Todo se tiraba al puerto, escombros, basura... Y una de las cosas que critica este ingeniero francés es que los aranceles de aduanas eran enormes. Prácticamente todo lo que se vendía en la ciudad venía de fuera y muchos comerciales no se atrevían a venir, porque para poder descargar mercancías había que sobornar a las autoridades aduaneras. Así que ya había hasta corrupción, según se apunta en este documento.

-¿No es demasiado duro el retrato que hace de la ciudad?

-Todo lo que se escribe tiene su intención. Pero habrá que ver qué es lo que se escribe de estos tiempos que vivimos y cómo lo interpretan dentro de 200 años.

«La urbe del futuro no es otra que la del pasado pero rehabilitada»

Soraluce ya cuestionó la historia oficial del arte con su libro Historia del Arte para incrédulos.

-Se está especializando usted en romper mitos.

-[Ríe] No tanto. Lo que pasa es que a la gente no siempre le gusta oír la verdad y prefiere mantenerse en los conceptos repetidos y esquivar los problemas.

-¿Cómo surge esa historia alternativa del arte?

-Me he dedicado toda mi vida a dar clases de Historia de la Arquitectura, y para eso me documento constantemente. A menudo me llevo chascos al comprobar que lo que sabía no siempre es verdad. Así que vas cambiando el discurso, dándole a todo una interpretación nueva. Y después de tantos años decidí hacer una nueva historia. Hay una verdad lateral para recorrer la historia, que se sale del camino común, que es más incómoda. Puede cogerse o no. Pero la realidad es la realidad.

-Otro de los temas que ha estudiado a fondo es el de las murallas de la ciudad.

-Ya se ha hecho una labor importante, pero ahora hay que mantenerlas. Son estructuras muy frágiles que necesitan de cuidados. Son la imagen histórica de la ciudad y como tal dignas de todo respeto y algo para transmitir a las próximas generaciones. Lo que no se puede es dejarlas abandonadas otros diez años. Es preferible ir realizando pequeñas intervenciones de mantenimiento periódicas que, además, terminan saliendo más baratas.

-Y a la Ciudad Vieja, ¿cómo la ve?

-Afortunadamente se están recuperando todos los cascos históricos. Suelo decir que la ciudad del futuro no es otra sino la del pasado rehabilitada. Eso está llegando ya a las ciudades gallegas. Y aquellas que ya lo han hecho lo están rentabilizando, como Pontevedra o Allariz.